Rafa Tomás.
Uno de esos triunfos sociológicos que la
derecha española ha conseguido durante estos últimos treinta años ha sido
ineludiblemente el de extender entre la sociedad española un sentimiento muy
amplio a favor de las víctimas del terrorismo ocasionado por los grupos más
radicales del independentismo vasco cohesionados a través de la organización de
ETA. Esos colectivos han obtenido unos beneficios sociales y políticos
excepcionales y en muchas ocasiones exagerados, porque a la derecha española
le ha interesado muchísimo extender esos beneficios y hacer oir siempre esas
voces, que más allá de su legítimo dolor y la legítima oposición de toda la
sociedad española a esas actuaciones bárbaras contra esas personas, que han
visto cómo muchos de sus seres más queridos han sido vilmente ejecutados, se
les ha dotado, interesadamente de una voz excesiva.
¿Y por qué esta sociedad española ha olvidado
brutalmente a las víctimas del terrorismo franquista? ¿Por qué la derecha
española ha trabajado tan duramente para conseguir que no se haya pedido nunca
cuenta a los causantes de los inmensos daños de la dictadura franquista? ¿No
ha habido víctimas? ¿No ha habido familiares dolidos y dañados? ¿Por qué no
quieren que nos acordemos de esas personas asesinadas o encarceladas o
exiliadas o separadas de sus familiares? ¿Por qué no se ha condenado nunca al
principal responsable de las maldades? ¿Por qué seguimos pagando su tumba y
muchas calles en toda España? ¿Se imaginan un monumento a Hitler en Alemania o
a Mussolini en Italia? ¿Qué democracia tenemos? ¿Por qué no se igualan todas
las víctimas de los terrorismos y las barbaries? ¿Por qué la derecha española
le tiene tanto miedo a la modernidad y por qué la izquierda española no lucha
más por esto? Así todas las víctimas serían iguales y no habrían unas víctimas
superiores a otras.
Por eso la derecha española es fantásticamente
hipócrita. Les encanta que se negocie en todas partes. En Irlanda, en Palestina
e Israel, en Colombia, en Siria, en Irak. Pero en España ni hablar. Cuando ETA
felizmente está acabada, en vez de abrir los caminos para normalizar la
participación democrática y pacífica de todos esos sectores de la sociedad, se
ponen todas las pegas para ilegalizar, para impedir, para criminalizar. Y así
se sigue fomentando en gran parte de nuestra sociedad el odio al otro, la
cerrazón de caminos, que se da también en gran parte de Europa, donde está
rebrotando la xenofobia y el racismo más patológico, en vez de luchar por
abrir caminos y por conseguir que nuestros discursos democráticos no sean sólo
palabras vacías. Por eso seguimos viviendo en una España conservadora y
premoderna.
Y esa lucha a favor de las
víctimas del terrorismo franquista hemos de hacerla incluso en nuestros
municipios. Hemos de ser capaces de luchar para que nuestras autoridades
locales se decidan de verdad a aplicar la Ley de la Memoria Histórica, borrando
todas las huellas de la barbarie franquista, en los signos, en los nombres de
las calles o en alguna organización social. Y hemos de luchar a favor de la
más amplia acogida posible a toda la gente que viene de fuera. Porque la mayor
parte no vienen de excursión, sino que vienen porque pasan hambre, no tienen
libertades y no tienen trabajo. Y no son nuestros enemigos, ni nos quitan
derechos. Eso se lo inventa la derecha más retrógrada, por eso hemos de estar
contentos, porque gracias a nuestra estructura social pueden vivir una vida
más digna y sus hijos y sus hijas podrán disfrutar de un futuro libre y con
más posibilidades humanas.
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