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Estudié
Derecho aunque el Derecho me aburría soberanamente. En realidad
lo que me aburría era la enseñanza del Derecho de las facultades
de los 90. Seguramente si alguien me hubiera hecho interpretar
una de las últimas sentencias de la Audiencia Nacional respecto a la
situación que vivieron los diputados catalanes al verse
rodeados antes de entrar en el Parlament, lo hubiera visto de otra
manera. Sintieron miedo corporativo. Se sintieron amenazados
como categoría gremial. Quizá un miedo parecido al que siente
alguien que va a ser expulsado de su casa en un desahucio.
La
Audiencia Nacional viene a decir que en la situación actual de
oligopolio mediático y monopolio político bipartidista algunos
excesos de expresión y actuación no deben tener reproche penal. Uso
términos jurídicos para ser más preciso. Lo que quiere decir
la Audiencia Nacional es que no hay delito. La Audiencia Nacional no
legitima nada ni da cobertura a nada, dice que no es delito. Hay
muchas cosas feas que no son delito. El Derecho nace para proteger a
los indefensos de los poderosos y no a los poderosos de los
indefensos.
Hace
tiempo que son los jueces y magistrados la última barricada
infranqueable en algunos asuntos. Políticos corruptos votados
mayoritariamente son detenidos, encausados y encarcelados.
Procesos de privatización impulsados por gobiernos mayoritarios
que atentan contra el bien común son paralizados y ERE injustos
impuestos por gobiernos de mayoría absolutista son echados para
atrás. Quizá si me hubieran explicado ese Derecho habría
pensado de otra manera.
La
separación de poderes ha derivado en lucha de poderes. El
legislativo y ejecutivo pretenden abordarlo todo. La justicia
resiste como puede. Con muchas incoherencias pero con guerra de
guerrillas.
Mientras
tanto el ejecutivo reacciona bombardeando a población indefensa
al estilo Israel. Saca las conductas de los tribunales para dárselas
a la policía. Así amordazan la democracia ampliando los límites de
la violencia democrática de un Estado más policial.