Gonzalo Moya./EPDAA nadie se le escapa el repentino crecimiento de parejas o personas jóvenes que se han decantado por quedarse a vivir en Camporrobles recientemente. Tampoco el nacimiento de un bebé en la Loberuela después de tanto tiempo. Quizás no le estemos prestando la suficiente importancia, pero es una noticia fantástica que nos hace recuperar la esperanza a quienes pensamos tener hijos en esta tierra, ya que garantiza una condición esencial: seguir contando con un centro escolar en el que matricularles y que además cumple la función de espacio de socialización en las edades más tempranas.
Quien decide vivir en nuestro pueblo, es porque busca una forma alternativa de vivir. Lejos de la contaminación, los atascos o la masificación de los servicios públicos. Cerca de la naturaleza, la tranquilidad o la calidad de vida.
Pese al evidente sesgo de mi percepción, no digo que ninguna de las opciones sea peor o mejor, eso queda a valoración de cada persona. Digo que son igual de válidas y como tal hay que equiparar las condiciones de ambos territorios. Solo si la administración pone el territorio al servicio de la sociedad, ofreciéndolo como un espacio de oportunidades, podremos tratar de construir un futuro. De nada serviría que un alto porcentaje de nuestra juventud quisiese establecer su vida en Camporrobles o la Loberuela si no tienen acceso a un empleo o autoempleo, si no allanamos el camino hacia su emancipación o si no desarrollamos unas políticas locales que faciliten la conciliación entre la vida laboral y la vida familiar.
Se me ocurre, sin entrar en muchos detalles, que podemos hacer más para conseguir que quienes se han trasladado al pueblo gracias al teletrabajo no tengan que volver al presencial una vez se recupere la absoluta normalidad postcovid. Un primer paso para ampliar la oferta de viviendas en alquiler sería programar la rehabilitación de casas en propiedad del municipio para ser más sostenibles o, por lo menos, habitables. Y, por supuesto, explorar alguna alternativa al servicio que se prestaba de ludoteca, al menos mientras no se universalice por completo el servicio de 0 a 3 años en el CEIP Maestro Aguilar.
No es cuestión de perder de vista las limitaciones que desgraciadamente tenemos como municipio, pero tampoco de resignarse ante ellas. Es el momento de la organización y la planificación. Es el momento de atender a las prioridades que realmente nos permitan fijar y arraigar población. Es el momento de hacer lo que se puede con lo que se tiene.
Vamos despacio, sí. Pero porque vamos lejos.
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