Carlos Mazón Guixot,
Las
últimas palabras que siempre resuenan en el Saló de Corts del Palau
de la Generalitat para cerrar el acto institucional del Nou d’Octubre
no se pronuncian, se cantan: “Vixca, Vixca, Vixca”. Así concluyó
Maximiliano Thous, de su puño y letra, el último verso del Himno de
la Exposición que el maestro José Serrano compuso en 1909. Este
año, el Nou d’Octubre viene marcado –además de por la tragedia
que padecimos con las riadas del año pasado– por la conmemoración
del centenario de la aprobación de la pieza como Himno Regional por
los ayuntamientos de Alicante, Castelló y València.
Aunque
fue creado para un evento concreto, los valencianos adoptaron el
Himno como parte de su identidad colectiva mucho antes de que una ley
lo consagrara oficialmente. A diferencia de otros que nacieron de
conflictos, el valenciano surgió de la voluntad de un pueblo de
mostrar al mundo su arte, su ciencia y su capacidad para el progreso.
Por eso es un himno que no va contra nadie, sino a favor de todos, y
que habla de historia común, trabajo, progreso, naturaleza,
libertad, futuro y paz.
El
himno muestra lo que hemos sido, ensalza lo que somos e inspira lo
que queremos ser. Ahí reside el secreto de su popularidad. Sus notas
y palabras nos han acompañado en momentos dulces y también en los
más amargos, como los vividos hace casi un año, cuando la peor
catástrofe natural de la historia reciente de España golpeó a
nuestra tierra.
Por
ello, este Nou d’Octubre rendimos homenaje y recordamos con emoción
a las víctimas de las riadas del año pasado, renovamos nuestras
condolencias y respeto a sus familias y reforzamos nuestro compromiso
de solidaridad para con los afectados y damnificados, por quienes
seguimos trabajando incansablemente para su recuperación material y
emocional.
La
magnitud de la tragedia no tiene precedentes. Tampoco lo tuvo la
respuesta solidaria que recibimos de todo el pueblo español. Por
ello, este año otorgamos la Alta Distinción a las comunidades
autónomas y la Distinción de la Generalitat a la solidaridad
mostrada con los valencianos que sufrieron la riada, con menciones a
docenas de personas, instituciones y empresas como muestra de
agradecimiento por la ayuda recibida. Estos reconocimientos son
también una mirada hacia la esperanza y la capacidad del pueblo
valenciano, que se levanta de la mano del resto de España para
reconstruir lo perdido y prevenir futuras catástrofes.
Sería
imposible enumerar todas las muestras de solidaridad que recibimos.
Fueron muchos los que llevaron su compromiso más allá del deber,
demostrando un espíritu fraternal que llenó los corazones de toda
España mientras la Generalitat asumía el mayor reto de su historia.
Un
reto que hemos llevado a cabo con recursos propios y que involucra a
todos los departamentos de la Generalitat. Un esfuerzo que se ha
centrado en las víctimas, sus familias, los afectados, autónomos y
empresas damnificadas. También se han reconstruido infraestructuras
esenciales como el metro, carreteras, depuradoras, centros de salud y
educativos.
Nunca
antes la Generalitat había realizado un despliegue semejante de
recursos económicos y de gestión. La tarea aún no ha concluido,
seguimos trabajando para que la recuperación no se detenga y para
que los planes diseñados permitan prevenir o mitigar futuras
emergencias.
El
Nou d’Octubre no es una efeméride más. Es una realidad viva y
festiva, presente en las calles de nuestros pueblos y ciudades. Es la
expresión de una identidad construida desde la colaboración, no
desde el conflicto. Desde el derecho y no desde el privilegio y que
tiene en nuestras instituciones de autogobierno –la Generalitat –su
máxima expresión institucional y política.
Por
ello, el respeto y la lealtad hacia ellas no pueden depender de
coyunturas pasajeras ni de intereses particulares. Nuestras
instituciones, como nuestras señas de identidad, pertenecen al
pueblo valenciano y son garantía de estabilidad y defensa frente a
decisiones que, objetivamente, nos perjudican.
Fortalecer
la estabilidad institucional requiere continuidad y renovación. Y
por ello, aunque el contexto no sea el más favorable, debemos
mostrar unidad y alzar la mirada para que nuestras instituciones
sigan generando la confianza que necesitamos para la recuperación y
para seguir avanzando hacia el futuro.
Es
momento de abrir camino, de demostrar que sabemos acordar para
mantener sano y fuerte nuestro autogobierno. Que en el momento más
complejo, supimos cambiar el paso en nombre de todos.
La
recuperación tras las riadas es el mayor reto que enfrenta la
Generalitat, pero no el único. De la Administración Autonómica
depende la prestación de servicios públicos esenciales como la
educación, la sanidad y la atención a la dependencia. Servicios que
definen a una sociedad avanzada y que deben estar a la altura de lo
que merecen los habitantes de Alicante, Castellón y Valencia.
El
bienestar de cinco millones de personas es fundamental. Por ello,
seguiré reclamando un sistema de financiación justo, basado en
criterios objetivos y no en privilegios. El Estado Autonómico es el
mayor éxito de nuestra historia política y no debe malograrse por
decisiones cortoplacistas y espurias.
No
se puede garantizar una atención sanitaria de calidad ni un sistema
educativo eficaz sin los fondos necesarios. Tampoco se puede atender
a los más vulnerables si la deuda del Gobierno en materia de
dependencia se salda con excusas y retrasos. No podemos mantener la
competitividad de nuestro tejido productivo sin agua para nuestros
campos ni infraestructuras estratégicas para nuestra industria.
Tampoco podemos seguir liderando sectores como el turismo si se
imponen trabas o aumentos fiscales injustificados.
Hace
dos años y medio, la sociedad valenciana expresó en las urnas su
voluntad de cambio. Y ese cambio ya da frutos. La Comunitat
Valenciana sigue creciendo, sigue siendo tierra de oportunidades, con
una administración que ofrece estabilidad, eficacia y libertad.
Estabilidad
fiscal, eficacia administrativa y libertad para emprender, que
propician inversión y empleo. Nunca antes hubo tanta inversión ni
tanta gente trabajando. También hay estabilidad institucional,
eficacia en políticas públicas y libertad para las familias, para
decidir cómo educar a sus hijos, para reducir listas de espera,
impulsar infraestructuras, proteger nuestro patrimonio y fomentar la
cultura, la ciencia y el deporte.
Todos
los Nou d’Octubre son especiales, pero este lo es todavía más
porque, desde el recuerdo, emoción y permanente homenaje por las
víctimas, los damnificados y los afectados, debe marcar el inicio de
un tiempo nuevo de esperanza y unidad.
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