Decía el gran maestro del Olimpismo mundial, D. Juan Antonio Samaranch, fallecido hace unos años, que la diferencia entre unos buenos Juegos Olímpicos y unos muy buenos, venía dada por la calidad de los voluntarios que intervenían.
Hace cerca de una década leía en una revista especializada que trescientos cincuenta empleados de un importante banco europeo habían arreglado los parques infantiles del distrito norte de Ámsterdam, el 60% de los trabajadores de una destacada firma global de auditores eligen en su web interna trabajos voluntarios sin contraprestación durante el horario laboral, 400 empleados de un distribuidor mayorista en los Países Bajos lo hacen dos días al año completos en hospitales psiquiátricos y ayudando a discapacitados. En Holanda el Ministerio de Salud Pública y Bienestar aglutina una amplia red de empresas que han aplicado un programa basado en calidad para estimular el voluntariado corporativo y lo han conseguido. En Estados Unidos cerca del 80% de las grandes empresas pone al servicio de actividades y organizaciones sin ánimo de lucro a su persona, en algún caso incluso con carácter obligatorio. En España también contamos ya con algunas iniciativas de estas características y sin duda crecerán porque somos ricos en energía emocional y surgirán consultoras especializadas en encontrar y coordinar actividades que concreten en hechos solidarios la responsabilidad social de cada empresa.
De un tiempo a esta parte venimos leyendo en los periódicos de nuestra provincia, como en algunos municipios los vecinos están organizando sus propios grupos de voluntarios para ayudar en todo lo que está en sus manos, al mantenimiento y limpieza de sus municipios. Creo recordar que al principio de esta primavera pasada el primer pueblo que fue noticia en todos los medios de comunicación del país, tuvo el honor de ser Algar del Palancia, pequeño municipio de la Baronía ya cercano a la población castellonera de Segorbe. Pensé que era el principio de una concatenación de noticias similares que saldrían publicadas en sentido exponencial. Y así ha sido, en los últimos tiempos estamos asistiendo a un reguero de noticias de esta misma naturaleza. Están creciendo los voluntarios por generación espontánea. El altruismo hecho realidad. Volvemos décadas atrás en donde los vecinos se preocupaban de mantener su trozo de calle recayente a la frontera de su casa, límpia como los chorros del oro y si por casualidad, los colindantes eran vecinos con casas cerradas o ausentes, echaban una mano solidaria y también la dejaban impolutas. Este es el camino que vamos a recorrer fruto de los tiempos que corren. Dicen que a veces, no hay mal que por bien no venga.
"He aprendido mucho del paseo con minusválidos por Amsterdam, especialmente de uno de ellos, que sólo podía expresarse con la mirada", es la valoración que hacía una brillante ejecutiva, no agresiva, bien pagada, de un servicio no remunerado que recibió sin darse cuenta: una buena lección de Master que no pagó ni podrá pagar nunca.
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