Los pensamientos negativos son
fuerzas que tienen efecto sobre el sistema nervioso y el alma. Por consiguiente
depende de nosotros lo que hacemos de nuestra vida. Del mismo modo actúan
también sobre el sistema nervioso y el alma los sentimientos positivos de
bondad, amor, amabilidad y benevolencia. Estos relajan los nervios y llevan a
la armonía, purifican el organismo y dejan fluir en el cuerpo las corrientes
donantes de vida. Así sentimos que los canales de vida están abiertos y las
fuerzas de vida fluyen en el organismo.
Estas fuerzas sanadoras y de vida
se vuelven efectivas en el organismo, lo desintoxican de tal manera que supera
las influencias de una enfermedad. Un cuerpo enfermo puede transformarse en un
cuerpo sano, comprobando que con Dios, con la energía divina, es más fácil
vivir. Esto significa que si refinamos nuestros pensamientos, sí nuestro
altruismo se mantiene durante todo el día, la corriente de fuerza transformará
lo negativo, llenará el alma con luz y purificará el cuerpo de las sustancias
dañinas, lo dejará volverse sano, lo sanará.
Para alcanzar una sanación
interna duradera a través del Espíritu, el que busca sanación debería situarse
en sensaciones y pensamientos en un ámbito superior y esforzarse en permanecer
allí. Esto es lo que daba a entender Jesús de Nazaret con las palabras: “Tus
pecados te son perdonados, ve y en adelante no peques más”. Con ello aludía a que cada enfermedad o
sufrimiento son la consecuencia de infracciones contra las leyes divinas.
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