Este año celebramos el ducentésimo cumpleaños de dos grandes de la música: el sajón Wagner y Verdi, ambos nacidos en 1813. No me considero wagneriano, sí que he escuchado obras suyas pero no acabo de significarme con él (quizá sea porque sólo las he escuchado y no las he visto en directo). Se dicen que Richard Wagner buscaba la opera perfecta o lo que es el espectáculo perfecto, donde música, argumento y teatro se fundían en una combinación que daba como resultado eso: la ópera perfecta.
Wagner retoma la épica germana para sus óperas y así lo encontramos en la tetralogía del Anillo de los Nibelungos o Sigfrido. Las óperas de Wagner se caracterizan por una fuerte orquestación y en puestas en escena de carácter épico que los esnobismos que pululan por la dirección de escena de hoy en día, reducen a un escenario donde una silla en mitad del proscenio representa un castillo, un bosque, una montaña y el amor. Los pretenciosos de gafas de pasta y bufanda y/o pañuelo salen encantados, pero es una verdadera porquería ese tipo de escenarios minimalistas o surrealistas que te hacen perder el tiempo imaginando que esa silla es un castillo con la consecuente pérdida de atención de la música.
Verdi es para mí más cercano, sí, me considero mucho más seguidor de él que del compositor alemán. Verdi se trata de un compositor que compaginó su labor musical con una actividad política muy importante para la época que le tocó vivir que fue la epoca de la reunificación de Italia. De hecho las siglas del nombre VERDI era utilizado para decir Victor Emanuelle Re D’Italia. Verdi fue un prolífico compositor operístico que disfrutó de fortuna y fama hasta el mismo día de su muerte donde el país entero le lloró. Verdi vino a un escenario musical donde ya reinaban de forma, también apabullante, Donizzetti, Bellini y el maestro Rossini. Tanto Verdi como Wagner son de dos países cuya tradición musical venia avalada por personajes tan importantes como Mozart, Bach, Händel o Beethoven en Alemania o los mentados arriba para Italia pudiendo añadir Vivaldi o Corelli.
Pues bien, Verdi empezó haciendo música política, qué duda cabe que Nabucco, tenía un mensaje político. En la historia de Israel en la época de Nabucodonosor, el pueblo canta aquello de "o mia patria, si bella, perduta" el famoso va pensiero, una bonita melodía coral que como coro no es lo mejor que se ha compuesto. Verdi no destaca por sus coros precisamente, pero sus melodías sí, pues esta coral triunfó por su mensaje patriótico que caló en el público y fue un himno que se cantaba a favor de la unión de Italia. Wagner tuvo también su fervor ideológico, nacionalista, se centró en recuperar los mitos germanos.
En toda Europa se prepara un año de múltiples espectáculos, sobre todo en el centro de Europa e Italia que vendrán a reponer las obras maestras de estos dos monstruos de la composición. Veremos si aquí en España, están al alcance de todos o, como de costumbre, los precios y los enchufes vuelven a marcar la diferencia entre nuestro país y el resto de una Europa que está a años luz en cuestión de promoción musical.