Vicente Cornelles. /EPDA El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, opta a la reelección como candidato del PSPV para las próximas elecciones autonómicas. Por tercera vez aspira a ser de nuevo jefe del Consell, contando revalidar el llamado Pacte del Botànic, sumando los votos socialistas con los de los nacionalistas de Compromís y los neobolcheviques de Podemos. El balance de los casi ocho años de gobierno autonómico de izquierdas para Castellón no puede ser más desolador. Mientras Alicante (con alcalde del PP) sigue su rumbo de urbe que viste mucho y desde el 'cap i casal' se la considera primordial en sus inversiones, con carta de naturaleza para acoger instituciones internacionales avaladas por la administración autonómica, la capital de la Plana sigue recibiendo migajas con retrasos en proyectos e infraestructuras.
Que decir de esas obras eternas en el antiguo Palacio de Justicia, donde están previstas dotaciones sociosanitarias, el vacío de contenido del edificio de Correos adquirido por el ejecutivo de Tránsitos para una fundación de no se qué, o el Espai de la Música, tan necesario, que ha llegado tarde y mal, por no hablar de las agresiones a nuestras señas de identidad de la inservible consellera de Memoria Democrática. Ejemplos de escasa gestión y pérdida de tiempo, burocracia e indiferencia a Castellón. De todas formas, Puig nunca ha sido muy amigo de la ciudad turquesa y naranja. Morellano de pro, a lo mejor querría que la capitalidad de la provincia estuviera en la comarca de Els Ports. Atrincherado desde hace más de 40 años en la moqueta oficial, después de haber sido jefe de gabinete de Lerma, alcalde de Morella, diputado provincial de Cultura, portavoz socialista en la Diputación, parlamentario autonómico y titular del Palau gótico, con sus altos sueldos (los políticos tendrían que tener fecha de caducidad), debe tener ahora mismo, tras esta trayectoria, un maremágnum mental y una visión distópica de la realidad. Igual se cree aún que vivimos en el 'darrer diumenge d'octubre', que las fiestas de la Magdalena todavía son franquistas y que el solo defiende la libertad y la democracia en un concepto teocrático de la autonomía.
Tal vez, por esa adolescencia política tardía, el Benidorm Fest recibirá un millón de euros de una Generalitat que presume de estar con los más desfavorecidos. Controlador de los medios de comunicación, rayano en lo inquisitorial; travestido de susanista a sanchista e insensible a las demandas de los castellonenses, su relato ya no convence. Que el PSPV se siga llamando así aún, y no Partido Socialista de la Comunitat Valenciana, habla de lo decadente de su discurso.
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