Intervención de Donna Leon. EPDAFueron
diecisiete horas muy intensas, suficientes para que Donna Leon
enamorase a todo el equipo de VLC NEGRA y a los 400 espectadores que
llenaron el Teatre Talía en el encuentro programado con ella. Sin
duda, uno de los días más intensos de los seis años de vida del
festival.
Llegaba
a Manises a las dos de la tarde. Cariñosa con su jefa de prensa y
con nosotros, declina ir a ver el Palau de les Arts desde el taxi y
prefiere saltarse la comida para dar un paseo por el centro entre las
tres y las cuatro y media de la tarde, hora prevista para la rueda de
prensa. “Soy una persona feliz, me encanta ver la vida con una
sonrisa en los labios, aunque reconozco que tenemos motivos para el
pesimismo: nos estamos cagando dentro de nuestro nido y veo el futuro
muy negro. Por eso no pierdo ocasión para mostrar mi preocupación
por el Medio Ambiente”. Tampoco para hacer bromas. En la recepción
del hotel, durante el check-in, hace un trasvase de enseres desde su
bolsa de mano hacia la maleta. Con una pequeña bolsa en la mano, me
mira y guiña un ojo: “It’s cocaine”.
Interés
en conocer el centro histórico
Nuestro
paseo comienza en la calle Barcas. Lleva zapatillas deportivas y es
grácil, liviana. Nos cruzamos con una señora que habla por el móvil
que se para, no da crédito, se gira, sigue sorprendida. Pero no
cuelga para venir y saludarla; es el signo de nuestro tiempo. Se lo
hago notar y me contesta: “I’m like Tina Turner”. Pasamos por
delante del Teatro Principal y recorremos la calle Poeta Querol. Se
muestra admirada con la puerta del Palacio del Marqués de Dos Aguas:
“I’ts amazing!”, exclama con la boca abierta. En la Plaza de la
Reina le presentamos a los dos campanarios más famosos de Valencia.
Y le hacemos notar la presencia de turistas. “Esto no es nada
comparado con Venecia, allí tenemos 30 millones al año y ya no se
puede vivir”. De hecho, ha abandonado su admirada ciudad de acogida
y ahora reside en Zurich.
No
le sienta nada bien que la Catedral de Valencia cobre una entrada y
declina la visita. Avanzamos hacia la Plaza de la Reina y le
explicamos la alegoría de la estatua del Turia. Le interesa la
historia del Tribunal de las Aguas y el sistema de riego que los
valencianos heredamos de los árabes. Cuando pasamos por el Palau de
la Generalitat, nos recuerda la fama que arrastramos: “A Valencia
la conocemos fuera por sus casos de corrupción”, dice al salir en
la conversación que la UE reclamó a la Comunidad Valenciana 250
millones de euros que no se invirtieron de la manera correcta en la
Ciudad de la Luz. Y escenifica que se da de cabezazos contra la
fachada lateral del Palau.
Su
corta estancia y la hora nos impide visitar por dentro La Lonja y el
Mercado Central, que ya han cerrado sus puertas. Y son casi las
cuatro cuando propone tomar algo en una terraza junto al mercado.
Pide tan solo un flan. Entonces le contamos el Crimen de Patraix, el
tema que ocupará el escenario del Talía justo antes de su
encuentro. Escucha con muchísima atención y sorpresa, impresionada
por la historia de Maje, Antonio y Salva. Le explicamos que durante
la cena conocerá a la jefa de Homicidios del CNP en Valencia, Esther
Maldonado, una perspectiva que le entusiasma.
Políticamente
incorrecta
Camino
a la rueda de prensa nos encontramos con Jordi y Santiago. Este
último viste una camiseta de Negra
y Criminal,
la librería de Paco Camarasa, en homenaje al librero valenciano
recientemente fallecido, la identifica y se emociona. Saca su vis
cómica y, nunca mejor dicho, políticamente incorrecta: “Cuando vi
por primera vez esa camiseta George W Bush gobernaba Estados Unidos,
y enseguida me vino a la cabeza: Negra
y criminal,
como Condoleeza Rice”.
En
la rueda de prensa confiesa que su forma de escribir “se ha vuelto
más oscura porque el mundo es ahora más negro que hace treinta
años, cuando empecé”. Sobre su personaje, Brunetti, dijo que
prefiere “a alguien culto, refinado, que se interesa por la ópera,
es feliz y ama a su mujer, que al clásico detective con problemas de
alcoholismo, atormentado y que no se cambia de ropa interior”.
También
destaca la diferencia de carácter entre los anglosajones y los
mediterráneos. Y pone un ejemplo: “Hace poco tiempo iba en un
tranvía, en Ámsterdam, cuando el conductor frenó de golpe y caí
al suelo. Soy una señora de más de setenta años, con el pelo
blanco; pues nadie se movió de su asiento para ayudarme a
levantarme”. Por eso reniega de su nacionalidad estadounidense.
Tiene pasaporte americano, pero en breve recibirá el suizo.
Y
nos explica cómo documenta sus novelas: “Mi fuente principal es Il
Gazzetino, un periódico sublime, el mejor del mundo. Y como muestra
nos cuenta una noticia que pudo leer allí: “En Teherán, una
señora mató a su marido, le sacó el corazón y se lo comió con
una salsa. ¡Y explicaba que la salsa se prepara con tomate, cebolla
partida y carne picada! ¡Es genial!”. Pero no solo se documenta
con Il Gazzetino: “También utilizo rumores y el contacto con la
gente. Vivo en una ciudad de 50.000 habitantes y conozco a mucha
gente, me cuentan cosas de sus amigos y su familia que utilizo en mis
novelas”.
Dominio
de la escena
Ya
sobre el escenario del Talía, se metió al público en el bolsillo
desde el primer instante con sus gestos, bromas, risas y su cariño.
Fue allí donde expuso su solución para acabar con el turismo de
masas: “Los cocodrilos pueden vivir en agua salada. Yo apuesto por
soltar unos cuantos ejemplares en los canales de Venecia para que se
alimenten de turistas”, propone mientras mueve el brazo de atrás
adelante, gruñe y escenifica el paseo de una pareja de americanos en
góndola durante el cual, el marido es engullido por uno de ellos. E
imita la voz de la mujer, que estaba mirando hacia otro lado cuando
su marido es deglutido y se vuelve para hacerle un comentario: “Did
you see that bridge, honey?... honey?”.
La
gran dama de la novela negra es despedida con una salva de aplausos
de los 400 afortunados -afortunadas si atendemos al género
mayoritario entre el público- y se cita en el Museo de los
Soldaditos de Plomo, justo enfrente del Talía, para las firmas. Su
jefa de prensa, Nahir, se sorprende al saber que la librería ha
vendido más de 70 ejemplares de sus novelas. “No es habitual
vender tantas tras una presentación o un encuentro literario”.
Donna aguanta paciente la sesión de firmas y fotografías y por fin,
a las diez y media de la noche, estamos sentados para disfrutar de
una VELADA CLANDESTINA, con menú diseñado expresamente para el
festival. Avisa de que está cansada y que no sabe si podrá aguantar
hasta más allá de las once de la noche. Su vuelo despega a la siete
de la mañana desde Manises.
Durante
la cena escucha, pregunta con interés y alaba los platos. Su energía
y su actitud son dignos de admiración. Y nos deja una de sus últimas
sentencias: “No conozco a nadie a quien la fama haya hecho mejor
persona”. Suponemos entonces que ella ya era así antes de
convertirse en una estrella mundial de la literatura. Y vuelve a
demostrarlo cuando nos estamos despidiendo. Besa a Esther, la jefa de
Homicidios, y la mira a los ojos: “I admire you and you work”. Y
sentencia: “Someone has to do it”.
Es
casi la una, y Donna ha aguantado hasta el final. En menos de seis
horas embarca para viajar hasta Bilbao, en una gira que la llevará
hasta siete ciudades europeas en dos semanas. Aquí, en Valencia, ha
dejado huella.
Donna:
mil gracias.
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