Teresa Ortiz. /EPDA Aunque en la actualidad no ejerzo como socia del Valencia C.F., soy valencianista declarada desde la infancia, habiendo sido muchos los partidos que he disfrutado (o sufrido) en Mestalla. Han pasado casi 23 años, pero aún recuerdo como si fuera hoy el golazo de Mendieta en la final de Copa de Sevilla ante el Atlético, que nos quitaba el sabor tan amargo de la 'final del agua' de Madrid contra el Deportivo de cuatro años antes. También recuerdo la enorme alegría con la consecución de las ligas de la era Benítez, a la vez que los sinsabores de las finales perdidas de Champions, especialmente la segunda, la de los penaltis contra el Bayern y las lágrimas de Cañizares, renegando de la medalla de plata. Por todo ello, el hecho de no ser socia hoy en día, no me impide tener un criterio propio sobre lo que está sucediendo preocupantemente alrededor de mi Valencia C.F en estos últimos tiempos.
Vaya, además, por delante, que mi cariño de siempre al Valencia C.F. no está reñido con mi total simpatía con el Levante U.D. y con mi deseo profundo de que esta temporada salve la categoría (ahora lo tiene más cerca) y pueda consolidar y hacer crecer su merecido proyecto en la división de oro del fútbol español. Ojalá veamos al Levante, como poco, llegar a más semifinales de copa, como el año pasado y, por qué no, ganar títulos.
Volviendo al Valencia C.F., cuando el 24 de octubre de 2014 Peter Lim aterrizó en nuestra ciudad, nada parecía presagiar la situación actual. Es cierto que, en España, en clave de oligarcas deportivos foráneos, ya teníamos precedentes negativos. Concretamente, en el Racing de Santander, con el desembarco de Piterman o en el Málaga C.F., con Al Thani. Pero, a priori, quizás por lo agónico de la situación económica del club desde el año 2009, nadie vio venir lo que iba a suceder en estos casi ocho años de la era Lim. En todo este tiempo, los actuales gestores del club no han cumplido muchas de sus promesas, ni tampoco con las expectativas que portaban. De todas ellas, el incumplimiento más simbólico ha sido el no retomar y acabar las obras del Nou Mestalla, comenzadas en 2007 y paralizadas desde 2009.
Sobre el campo nuevo, los actuales gestores se encuentran hoy en día alegando contra la caducidad de la ATE de Mestalla, habiendo presentado, por enésima vez un nuevo 'Power Point' virtual de proyecto de estadio. Esta vez, la nueva presentación ofrece recortes, como si de una época de rebajas se tratase. Por ejemplo, en concepto de aforo teórico, este es impropio de la importancia de este club y de esta ciudad. El nuevo aforo reducido resulta insultante en comparación con el aforo del viejo Mestalla.
Este nuevo esbozo de estadio presenta además unos acabados y exteriores simplistas, baratos y con costuras, que alejan al club, y a la propia ciudad de València, de poder ser referentes europeos y nacionales en cuanto a instalaciones futbolísticas de capacidad y vanguardia. Ni siquiera se han contemplado unos estándares de aparcamiento acordes a los que requiere y demanda una gran ciudad como València. Qué envidia sana se siente al comparar este 'Lim-Mestalla' con el Casal España Arena, promovido por Don Juan Roig.
Con todo, en el caso de tener que lidiar con este estadio barato, pasar del Power Point actual a una futura ejecución real de obras, va suponer un claro acto de fe hacia los actuales gestores, una fe que a los aficionados ya no nos queda. A esto, añadamos que la financiación de las obras puede ser, en casi su total parte, debida a unos fondos externos (CVC), que en todo caso, deberían alimentar el futuro deportivo y social del club, y no servir de herramienta económica para tapar los incumplimientos propios del pasado.
En definitiva, si los gestores del Valencia C.F., para poder cumplir con sus promesas del pasado, necesitan disponer de un dinero clave para el futuro del club, me temo que en los próximos ejercicios el Valencia C.F. se seguirá viendo abocado a la venta continua de jugadores para cubrir pérdidas y más si el propietario único se guarda derechos de venta sobre futbolistas clave del equipo. Además, seguirán las incorporaciones temporales low cost de jugadores casi desconocidos, la pérdida de los principales activos de la cantera o la renuncia a poder renovar a los jugadores bandera de la casa. Todo ello, en una perniciosa espiral basada en estar siempre en el alambre, en la que el año en el que no entre la pelota, pueda aparecer la sombra de un descenso, o incluso de una desaparición. Espero que por el bien del club y de la afición, esto no suceda nunca. Personalmente, pondré mi grano de arena en las manifestaciones y concentraciones que se convoquen. Me tendrán siempre ahí, con educación y civismo, pero con contundencia.
En relación a la gestión de las entradas de la final de copa del Rey de Sevilla del 23 de abril de 2022, quiero hacer constar mi más firme queja como aficionada. Este es otro caso más de mala gestión y poca empatía con los aficionados por parte de los actuales gestores. Casi mil personas de las que cumplen los todos los 'criterios' han quedado fuera de la final, cuando además, el 'club' ha bloqueado para compromisos diplomáticos, a espaldas de los aficionados y socios, la escandalosa cifra de 8.000 entradas.
Y ante todo esto, ¿qué se ha hecho y qué se está haciendo desde el mundo de la política?. En primer lugar, hoy mismo hemos tenido noticias de que el Valencia C.F. puede quedar liberado de la multa de 24 millones de euros, que la Comisión Europea le impuso en 2016. El órgano europeo entendió que el Gobierno de España, a través de la Generalitat Valenciana, le prestó una ayuda ilegal al club, a través del Instituto Valenciano de Finanzas (IVF), al avalar un préstamo para que se llevase a cabo la compra de acciones en la ampliación de capital de 2009. Con independencia del final de los procesos de casación jurídica, éticamente esto supone un ejemplo de uso muy cuestionable de dinero público.
Así mismo, tampoco parece muy edificante que a nivel del Ayuntamiento de València y de la Generalitat Valenciana, PSOE y Compromís estén enzarzados en un debate teórico sobre el Nou Mestalla con fines electoralistas, populistas y cortoplacistas, sobre todo por parte del PSOE, obviando su verdadera función, que es que se vele porque haya un marco urbanístico ajustado a legalidad, que se dé un otorgamiento de licencias adaptado a la nueva situación, asegurar que haya un control futuro de los compromisos de obra y que el barrio de Benicalap pueda disponer de las instalaciones públicas deportivas que políticamente se prometieron.
Termino este artículo recordando las palabras de un gran amigo, aficionado como yo al fútbol y al Valencia C.F. desde bien pequeño. Al ser interpelado sobre los porqués de sus sentimientos, siempre ha afirmado que el fútbol y el Valencia forman parte de su vida, como lo es la familia, los amigos, el trabajo o su falla. Sin su Valencia, su mundo está incompleto. Este es un hermoso sentimiento que suscribo y hago mío, afirmando rotundamente que ser valencianista es un hecho de corazón y no de cartera. Quien se declara valencianista solo por su cartera no tiene corazón valencianista, ni es ni será nunca valencianista, y menos, si el tiempo demuestra que esa cartera vino además vacía desde el primer momento, tanto de dinero, como de intenciones.
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