José Salvador Murgui en la plaza de San Pedro. FOTO EPDA
El merchandising ya funciona. FOTO EPDA Fue el domingo 27 de abril de 2014 cuando la Plaza de San Pedro de Roma, acogió un magno acontecimiento que marcará la historia de la iglesia universal.
Llegué a Roma el jueves 24 a primera hora de la mañana, porque quería asistir a todos los actos que se celebraban en honor de Juan Pablo II. Este Papa de la última parte del siglo XX, y de principios del Siglo XXI fue un Papa para mí, muy cercano, abierto, y sobre todo muy próximo en las cosas y momentos que con el pude compartir.
Desde 1993, tuve la ocasión de conocerle personalmente, hablar con él, ofrecerle las peladillas y los turrones de Casinos, y si he de confesar algún otro regalo que le hacía feliz, era nuestro jamón, nuestro “prochuto”. Pero además de estos temas vánales, fue un Papa tan grande que el día después de su muerte Roma apareció llena de carteles pidiendo y exclamando “Santo Súbito”.
Pues desde el 2005 que murió, el 1 de mayo de 2011 que fue su beatificación, y el 27 de abril que ha sido su proclamación como Santo, reconocido por la Iglesia, han sido una serie de acontecimientos que han hecho posible que el mundo recordara la figura de Juan Pablo II.
Juan XXIII también ha sido elevado a los altares, pero lo cierto es que la proximidad del Papa Juan Pablo se palpa entre la gente. Como decía al principio, llegue a Roma y pude asistir a la Eucaristía que en lengua polaca se dijo el jueves 24 sobre el altar de san Sebastián en la Basílica de San Pedro, donde descansan los restos del Papa, vi como el pueblo polaco se arrodillaba delante de su santo, vi como el pueblo polaco rezaba con fe ante el hombre que cambio la vida de su “aherrojada Polonia” como el santo Padre dijo en cierta ocasión, y sobre todo vi a un pueblo sencillo que venía a Roma con una sola idea, dar GRACIAS A DIOS, por tener un joven y reciente santo polaco.
Tuve la ocasión de compartir parte de mis horas con un matrimonio polaco, afincado en Canadá. Treinta y dos años, esperando que llegara la hora de visitar Roma, y esta visita llegó de la mano de ésta celebración. Juan Pablo II ha congregado a muchos fieles de todo el mundo en ésta fiesta, una fiesta de gratitud y de ejemplo, al menos esa es la experiencia que yo he vivido.
¡Cuánta gente de todas las edades participando en los actos! Cuántas personas llenando las iglesias, rezando arrodillados, cantando, orando en silencio… Cuántas canciones en la Plaza de san Pedro. ¡Cuántas horas sin dormir, acostados en la calle, haciendo cola en la Vía de la Conciliacione, y compartiendo lo poco o mucho que tenían! ¡Cuantos gimnasios, colegios, centros polivalentes, llenos de peregrinos! ¡Cuantas casas particulares abrieron sus puertas…! Roma este fin de semana ha sido una vez más la CAPUT MUNDIS, (Cabeza del mundo), ha sido la Ciudad Eterna, y ha sido esa casa acogedora, que ha dado aposento a la humanidad que llegaba con la idea de participar en una fiesta.
Roma acogedora, Roma que ha multiplicado su seguridad, Roma que ha dado agua al peregrino, no solo las famosas fuentes romanas, sino agua embotellada en toda la ciudad que los miembros de Protección Civil se esmeraban por repartir desde la vía del Corso, la Plaza de Barberini, la vía del Foro imperial, o las mismas inmediaciones de la Plaza de San Pedro. Roma ha sabido acoger a los visitantes. Ningún mal ejemplo, solo se veía un ambiente de fiesta un ambiente feliz. Las banderas cubrían las espaldas de sus portadores dando a entender las diferentes nacionalidades, las mochilas se amontonaban en las iglesias, y ha sido una experiencia de vida y de fe.
En algún momento pensé ¿puede estar tanta gente engañada? Pero no … el engaño aquí no es posible, ni defiendo posturas, ni acato voluntades, sencillamente es algo grande, es algo que te pasa y que te ocurre alguna vez en tu vida el “Huracán Wojtyla” como se le llamó al principio del Pontificado, sigue estando vivo. Solo había que ver la cantidad de personas de todas las edades y banderas que se dieron cita el 27 de abril de 2014.
La ceremonia estuvo presidida desde los balcones de la fachada de la Basílica de San Pedro por dos tapices con las caras de los dos nuevos santos. Los dos Papas en el cielo, y en la tierra, el Papa Francisco, que presidió la solemne ceremonia, sin perder de vista y saludar con un efusivo abrazo a su predecesor el Papa Benedicto, que junto al Colegio Cardenalicio presidio desde el “Sagrato”, tan sencilla como importante ceremonia.
El Cardenal Angelo Amato, Perfecto de la Congregación de la Causa de los Santos, pidió al Papa Francisco por tres veces, la Canonización de ambos santos y después del canto “Veni, creator Spiritus”, el Papa Francisco, dijo la fórmula de la Canonización, y al canto del Amén, pusieron las reliquias de los nuevos santos sobre el altar. En ese momento un atronador aplauso se oyó en la Plaza de san Pedro y las inmediaciones, y el Coro y la Asamblea entonó el canto:” Iubilate Deo, Cantate Domino”.
Al finalizar le celebración el Papa Francisco agradeció a todos su presencia, participación, y organización, saludó a los Jefes de Estado asistentes, así como a las autoridades italianas y del resto de países del mundo, y Cuerpo diplomático, y con el Papa-móvil dio una vuelta por la plaza y llego hasta el final de la Vía de la Conziliacione, para saludar a tantos peregrinos que desde la noche anterior ocupaban las inmediaciones de “San Pietro” como dicen los romanos.
En verdad ha merecido la pena levantarse a las tres de la madrugada o no dormir alguna noche, son experiencias que no se viven todos los días, solo se viven alguna vez en la vida, y sobre todo si el protagonista es alguien amigo como el Papa Juan Pablo II, al que yo me presenté como “Il Sindaco del Turrone”, y el generosamente me llamaba “El ALCALDE BUONO”.
¡Gracias Polonia! ¡Gracias Juan Pablo II!
Comparte la noticia
Categorías de la noticia