Susana Gisbert. /EPDAYa estamos en marzo. Ya hemos tenido la Crida y la primera mascletá de fallas, los dos hitos que cada año nos macan la llegada de nuestra fiesta. Aunque aún queden un par de semanitas para los días grandes, las calles ya se van llenando de pedazos de monumentos, de carpas, de vallas, de luces, de churrerías y de cortes de calles que mosquean a más de uno. Lo mismo que todos los años. O casi.
Hasta no hace demasiado tiempo, nuestra gran preocupación llegado este mes era que no lloviera en Fallas. De hecho, el convento de Santa Clara se llenaba de donaciones de docenas y docenas de huevos, que dice la tradición que eso ayuda a que no llueva.
Pero, de un tiempo a esta parte, el mundo ha cambiado tanto que lo de la lluvia en fallas tampoco es para tanto. Todo el mundo recuerda las fallas suspendidas por la pandemia en 2020, cuando ya estaban casi plantadas, la nueva suspensión del año siguiente y la celebración de unas fallas light, con mascarilla, horarios y distancias en 2021. Quizás por eso nos importaron poco los chaparrones de 2022, con esa ilusión de que todo volviera a ser como siempre. Pero el destino es caprichoso, y quiso amargarnos las fiestas de 2024 por culpa del pavoroso incendio de Campanar que segó diez vidas y muchos sueños. Y no contento con eso, en octubre del mismo año nos azotó con la peor catástrofe natural que se recuerda, con 227 personas que no volverán y unos daños de los que costará tiempo rehacerse, si alguna vez se logra.
Con esta tragedia a cuestas, es difícil que la fiesta pueda vivirse como si tal cosa. De hecho, el colectivo fallero ha sido un ejemplo de solidaridad, como lo es siempre. Pero la vida sigue y, como dice un spot publicitario, nos merecemos disfrutar, aunque sin dejar de tener presente lo ocurrido y las personas damnificadas. Y en eso estamos. Nada más característico del pueblo valenciano que resurgir de las cenizas.
Por todas estas cosas, llegado el mes de marzo, una se replantea ciertas cosas. Cosas como que ya no es tan importante que no llueva en fallas, si lo comparamos con toda la tragedia que arrastramos, que la lluvia en la semana fallera no es el drama que en otro momento hubiera parecido.
No obstante, mejor que no llueva. Unas fallas con lluvia son mucho menos lucidas y, aunque ya tengamos claro que no es lo más importante del mundo, ojalá el cielo nos deje tranquilos esos días. Porque el sol siempre será bienvenido. Pase lo que pase.
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