Susana Gisbert.Lo
conseguimos. Confieso mi temor a que este 8M nos diera un disgusto, que después
de el subidón del pasado año la cosa hubiera bajado de nivel, porque el listón
estaba muy alto. Pero no ha sido así. Mareas humanas teñidas de violeta
recorrieron las calles de nuestra geografía para decir que ya no hay vuelta
atrás, que el movimiento de visibilización de las mujeres ha venido para
quedarse. Aleluya.
La
verdad es que con todo lo que estamos viendo y leyendo, una llega a perder la perspectiva
-aunque nunca la esperanza- La irrupción de voces negacionistas, que abogan por
la derogación de la ley de violencia de género, y la abolición de muchos de los
derechos que tanto ha esfuerzo ha costado conseguir, podía dar la impresión de
que la cosa no está tan clara como muchas creíamos y queríamos.
Pero
las calles han hablado, y han demostrado que no es así. Y lo han hecho de la
mejor manera posible, pacíficamente, sin altercados ni gestos que puedan
oscurecer el brillo de nuestra causa. Porque pretender un mundo en igualdad es
una causa de todas las personas, que busca un mundo mejor incluso para quienes
se oponen a ello.
Me
emocioné de ver gente de todas las procedencias, de todas clases, de cualquier
edad. Me emocioné viendo a hombres a nuestro lado, cediéndonos el protagonismo,
pero dándonos todo el apoyo. Sobre todo, me emocioné de ver a tanta gente
joven, a tantas chicas y niñas reclamando lo que nos pertenece, conscientes del
futuro que merecen tener. Y también me emocionó ver a mujeres mayores, seguras
de querer dar a las nuevas generaciones el futuro que a muchas de ellas les
negaron.
Ahora
solo nos queda una asignatura pendiente. Que esto no sea flor de un día. Que
las gafas moradas no sean un complemento de temporada sino un básico, imprescindible
en todos los armarios y listas siempre para ser usadas.
La
ceguera del machismo se corrige con esas gafas moradas, y hemos de tenerlas
siempre dispuestas, para nosotras y para todo aquel que las necesite, aun sin
saberlo, que, como dice el refrán, no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Me
empezaría a preocupar pensando en que el año próximo no lo superaremos si no
fuera por algo aún más ambicioso. Aspiro a que en el futuro no necesitemos un 8
de marzo para reivindicarnos porque todos los días fueran 8 de marzo.
Así
debiera ser. Pero, mientras tanto, ahí estaremos. Ni un paso atrás. Porque no
avanzar es retroceder.
SUSANA
GISBERT
Fiscal
(twitter @gisb_sus)
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