Finales del año 2011, el gobierno socialista de José Luis Rodriguez Zapatero se está preparando para abandonar el gobierno de España. La crisis económica y la gestión de la misma, junto a la presión de la UE, que amenaza con un rescate financiero, llevan al traste una década de avances sociales que hicieron de España un país modelo a nivel mundial.
Mientras todo esto ocurría, de forma paralela aparecía en la puerta del Sol de la capital de España un movimiento social llamado 15M, un movimiento de protesta, de desánimo y sobre todo de canalización de mucha frustración.
Dentro de ese movimiento aparecían entre otros futuros líderes políticos, un tal Pablo Iglesias Turrión, que junto a otros líderes del movimiento fundaron Podemos. Un partido de izquierdas que venía como recambio del PSOE, un partido de la casta y lleno, según ellos, de burócratas que no eran útiles para las sociedad.
Por otra parte, en Cataluña nacía un partido, primero llamado Ciutadans y más tarde Ciudadanos liderado por Albert Rivera. Un partido que nacía también para renovar la política y los políticos, primero en Cataluña, y luego más tarde, a nivel nacional.
Los primeros irrumpieron en las elecciones europeas de 2014 con mucha fuerza, los segundos fue en las Generales del 2015 donde empezaron a ser una fuerza política con una representación importante.
A partir de ese momento, los platós de TV y las primeras páginas donde suelen estar los artículos de opinión se hacían eco de la fuerza y sobre todo del futuro de los dos líderes antes mencionados.
La sociedad española, cansada y hastiada de los niveles de corrupción enquistada en las filas del PP y la gestión por parte del PSOE de la crisis económica, se entregó a los brazos de las dos formaciones políticas, como posible solución a sus problemas. Se hablaba del fin del bipartidismo en nuestro sistema democrático y se abría un nuevo abanico de representación parlamentaria en todas las administraciones de nuestro país.
Tengo que reconocer que una gran parte de la sociedad les creyó y pensó que era la solución a la imperfección de nuestro bipartidismo, a la vieja política. Era lo que ellos llamaron, nueva política.
Os confieso que con personas muy cercanas a mí, tuvimos nuestros debates, e incluso llegaron a reconocer que era la solución de la izquierda española.
La otra formación que, en un principio se situaba en la socialdemocracia, pronto la abandonó y se autodenominó liberal, cuestión que sirvió para recoger todo el voto de derechas que no quería seguir votando a un partido podrido por la corrupción como era el PP.
Pero siempre desde el máximo respeto, durante estos últimos años, ¿para qué han servido estas dos nuevas formaciones políticas?
En el 2015 Podemos votó en contra de un acuerdo de gobierno del PSOE y Ciudadanos, llevando a las urnas a los españoles por segunda vez en 2016 y permitiendo que el PP volviera a gobernar con más escaños.
Pensaba que de esa maniobra habría aprendido el señor Iglesias y tras la moción de censura y su cooperación en el nuevo gobierno de Pedro Sánchez, pensé, iluso de mí, que Podemos había tomado nota y que ese afán del sorpasso era historia.
Iluso de mí, sí. Cómo pensar eso de una persona que decía que no se fiaba de los políticos que abandonaban sus barrios para encerrarse en urbanizaciones de lujo, y que años más tarde lo hizo él.
Cuando estoy escribiendo este artículo, otra vez, las contradicciones del señor Iglesias permiten que nuestro país siga con un gobierno en funciones, porque su formación antepone aquello que gritaban brazo alzado y anterior a su “grito de guerra”, Sí se puede.
Decían que ellos no estaban en política por los sillones sino por las políticas, para ayudar a la gente.
Respecto al otro líder, reconozco que me han defraudado menos, siempre he visto a un líder cambiante, un político que llegó a la política para renovarla y votó en contra junto al PP en la moción de censura, un partido que gana las últimas elecciones en Cataluña, y ni tan siquiera intenta formar gobierno con las fuerzas Constitucionalistas. Un partido que pacta gobiernos con la ultraderecha, y después se va a Europa con sus socios liberales a justificar sus cordones sanitarios con el PSOE, un partido de 140 años de historia. En resumen un partido que vive del conflicto.
Y yo me hago una pregunta, ¿Para qué sirve la nueva política? ¿a parte de bloquear gobiernos o pactar con la extrema derecha?
De momento, si nada lo remedia, en unos días volverán a votar, los dos, junto a la ultraderecha, en contra de un gobierno progresista y de izquierdas. Y lo más lamentable para los que somos de izquierdas, uno de ellos lo hará por segunda vez.