No es la primera vez que hablo del tema. Y, aunque quisiera pensar que es la última, me temo que no será así.
No se trata de fútbol. O sí, porque en el llamado "deporte rey" es difícil distinguir el deporte de todo lo que le rodea. Que es mucho.
La alarma saltó pronto. Un jugador del Valencia afirmaba haber sido víctima de un insulto racista por parte de un jugador del equipo contrario. Empezó el lío. Lo primero, si se retiraban del partido, en un alarde de dignidad y solidaridad, o salían a jugar, como era su obligación. Jugaron, animados por el propio aludido dado que el reglamento no permitía otra cosa y se perjudicaría al equipo. Una decisión razonable, aunque hubiera quien no quisiera entenderla.
Lo que quizás es menos razonable es que, existiendo una ley contra el racismo en el deporte, no se prevea algo así. Aunque, escarbando más profundo, lo triste es que sea necesaria una ley contra el racismo en el deporte. Y lo es.
A nadie se le escapa que el deporte es el ámbito donde la discriminación pasa más desapercibida, sobre todo cuando el deporte va acompañado del manejo de cifras obscenas. Cuando se ven conductas de desprecio a inmigrantes por el hecho de serlo, no se está pensando en jugadores extranjeros con fichas millonarias. No vienen en pateras ni tienen problemas para trabajar. Así que, en principio, no se les discrimina. O eso parece.
Pero lo cierto es que ni ellos se salvan de la ignorancia y barbarie de racismo y xenofobia. Recordemos los gritos de burla y desprecio que, con cierta frecuencia, se escuchan en los estadios dirigidos a jugadores de etnia diferente. Porque hay quien cree que en el fútbol todo vale y que, desde el anonimato de la masa, se puede gritar lo que se quiera.
Tampoco podemos ignorar que el fútbol es la excusa que han buscado grupos ultras para asociarse, reunirse y campar a sus anchas con impunidad. Y que se miró hacia otro lado porque era lo que convenía al club de que se tratara o a sus intereses.
Quizás de esos polvos vengan estos lodos. O quizás nada tenga que ver, y solo sea reflejo de la desigualdad que todavía existe en la sociedad, o una mezcla de ambos.
El caso es que, se pruebe o no el incidente en concreto, en lo que no entraré, el racismo existe en nuestro deporte. Dentro y fuera del estadio. Y contra eso es contra lo que debemos luchar, incluso, las personas a quienes no guste el fútbol.
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