En primer lugar, quede claro que no he cobrado un euro nunca de Telecinco, aunque defienda a esta cadena en determinados casos de ataques que me parecen, en ocasiones, fruto de la envidia y ejemplo de hipocresía. Como lo voy a hacer ahora con la campaña de descrédito de La Noria, a la que se han prestado también ciertas marcas publicitarias.
La Noria es, junto al fútbol de laSexta, líder habitual los sábados por la noche, especialmente en el late night. Antena 3, Cuatro y La 1 programan, por su parte, películas que suelen quedar en esta posición en cuanto a cuota de pantalla. Entre un 15 y un 20% obtiene el programa de Jordi González, una cifra importante en una televisión hiperfragmentada. Se trata, por tanto, de un dato muy importante para Telecinco, pero relativo si se compara su número de telespectadores -de 1'5 a 2'5 millones según el día- con el total de la población española, unos 47 millones de habitantes, o el total de personas que ven la tele un sábado por la noche, unos 10 millones, millón arriba, millón abajo.
Después de 4 años de liderazgo de La Noria, programa que mezcla el corazón, el debate político, el reportajerismo y la entrevista en profundidad a personajes de todo tipo, una entrevista pagada a la madre del Cuco, personaje siniestro por participar en el caso de Marta del Castillo, ha generado una inusitada polémica con tintes de linchamiento, proveniente en algunos casos de sectores interesados en la desaparición de un programa de la competencia.
Puedo entender, y comprendo, el dolor que pueda causar a la familia de Marta del Castillo, cuyo sufrimiento hemos compartido todos los españoles de bien -mi máxima consideración y cariño hacia la familia y confío en que de verdad se haga Justicia y no sigamos soportando el espectáculo que nos han ofrecido los implicados en la desaparición y asesinato de la joven sevillana-. Sin embargo, creo honestamente en que la libertad de información y expresión es un bien sagrado que debe estar por encima de todas las cosas en una democracia, puesto que ésta no lo es si no existe la libertad de entrevistar a personajes que son actualidad y que pueden aportar luz sobre cuestiones de interés. La madre del Cuco, como el Cuco o cualquiera de los implicados en el caso de Marta del Castillo, son actualidad. En este caso, forman parte de esa parte de la actualidad a la que denominamos 'Sucesos' o 'Crónica negra', la misma que ocupan páginas y páginas de todos los periódicos de España.
Quizás lo cuestionable y lo que más polémica ha generado -y yo comprendo- haya sido el pago a la madre del Cuco por ser entrevistada. Entiendo que haya personas que opinen que no sea razonable que cobre por defender a su hijo. Lo comprendo y lo respeto. Sin embargo, si el personaje es actualidad y su testimonio puede aportar algo de luz sobre el caso o simplemente queremos saber cómo se siente la madre de una persona que ha participado en la muerte y desaparición de una joven, me resulta secundario que cobre o no cobre, puesto que es una fórmula extendida en los medios de comunicación que se pague a ciertos personajes por dar su testimonio. Cuestión aparte es que después la Justicia requiera lo que ha cobrado La Noria a la susodicha por la cuestión que sea. Lógicamente, me parece perfecto. Pero es muy peligroso entrar en dinámicas de autocensura.
Por tanto, por un lado está la consideración moral de la oportunidad de la entrevista. La opinión de cada persona es libre y cada uno puede defender lo que ha hecho La Noria. Pero detesto la hipocresía y el doble rasero con el que han actuado y actúan muchísimos periodistas, colaboradores y contertulios de distintos periódicos, radios y televisiones. Pongamos ejemplos. Mi admirada Julia Otero y mi querido Ferran Monegal, en Onda Cero, pusieron el grito en el cielo y despotricaron contra Telecinco de forma visceral. Pero no han sido los únicos. Otero y Monegal trabajan en una emisora propiedad de Planeta, como Antena 3 y La Razón y nunca han sido ecuánimes a la hora de dirigir sus críticas televisivas. No hay semana que no lancen dardos contra Telecinco, mientras que pasan palabra cuando Antena 3 ha programado programas similares a los de la competencia, como Dónde estás corazón, El Diario de Patricia, Confianza Ciega, El Bus, La Granja de los Famosos y un etcétera de fracasos.
Ojiplático me quedo cuando los grandes periódicos, los referentes de la información en España, tan serios y tan estupendos, nos dicen lo que está bien y lo que está mal y dividen España entre los buenos y los malos -los populares y los socialistas, los socialistas y los populares, según la línea editorial de cada uno, esto es, según si defienden a la derecha o a la izquierda, de la que comen en forma de publicidad institucional-. Estos mismos periódicos, que me merecen todos los respetos pese a que como empresas que son, cometen los mismos errores que Telecinco, a la que, sin embargo, se le lincha habitualmente de forma impune y gratuita. No será la primera vez que algún entrevistado polémica también es recompensado por su testimonio. Pero, claro, lo hace la prensa seria. Tampoco será la primera vez que incurren en ejemplos llamativos de hipocresía, como cuando mantienen una determinada postura sobre la prostitución, en algunos casos de calculada ambigüedad, y después nos regalan páginas y páginas con anuncios de contactos. Páginas que, si fuesen prohibidas, supondrían el cierre de cabeceras regionales y nacionales históricas.
El hecho de que hayan personas indignadas con La Noria, en particular, o Telecinco, en general, me parece totalmente respetable. Sin embargo, me resulta exagerado y en ocasiones con tintes hipócritas, que determinadas marcas hayan boicoteado el programa después de la lapidación que ha sufrido La Noria. ¿Analizamos dónde se publicitan todas las que han renegado ahora del espacio presentado por Jordi González? En algún caso nos sorprenderíamos de la doble vara de medir. ¿Las boicoteamos ahora los que defendemos la libertad de expresión e información y, sobre todo, el buen hacer de un programa que en cuatro años en antena ha ofrecido mil y un testimonios, entrevistas y debates para todos los gustos? Porque, sí, reconozco que muchos contenidos de La Noria no me han gustado. Reconozco también que tengo otras cosas mejor que hacer que ver La Noria los sábados por la noche. Sin embargo, como periodista no puedo defender que una polémica amplificada interesadamente por la competencia y sus profesionales a nómina, pueda tumbar un programa que en asuntos polémicos siempre ha configurado una mesa de debate plural.
Quizás sea esto último lo que a determinados sectores de España más les fastidie, acostumbrados como estamos a ver y escuchar tertulias con la mayoría de los participantes cortados por el mismo patrón ideológico. Vean si no Intereconomía, por poner un ejemplo. Cuidado, porque respeto también a las empresas que optan por este modelo de periodismo que a nadie engaña. Si están orgullosos de ser de derechas, bien está en saberlo y que cada telespectador sea libre de escoger este canal o no para ver 'El gato al agua'. Pero lo que no puede hacer el Grupo Intereconomía es echar basura sobre Telecinco y acusarla de telebasura sin ruborizarse. Como tampoco otras cadenas cuyas programaciones están repletas de espacios similares a los de Telecinco o, lo que es peor, completamente manipulados, como sucede con determinadas televisiones autonómicas públicas que, para más inri, pagamos entre todos.
Por último, creo que Telecinco tiene derecho a escoger el modelo de televisión que quiera, que hasta el momento tan bien le funciona. Es la audiencia, que puede elegir entre 40 canales, la que democráticamente mantiene y quita programas, la misma audiencia que le dijo a Antena 3 que dejara de imitar la programación de Telecinco, porque no gustaba; la misma audiencia que ve 'El gato al agua' y no pasa nada; la misma que tolera que Televisión Española utilice el dinero de todos los españoles por pujar por grandes eventos deportivos; y la misma audiencia que tolera que una televisión autonómica como la valenciana, Canal 9, tenga más plantilla que Telecinco, Antena 3 y laSexta juntas y una audiencia paupérrima que está en el 4-5%. ¿Queremos indignarnos de verdad?
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