Héctor González. Una
de las historias más turbadoras de la fértil mitología romana la
constituye el rapto de Proserpina, la inagotable búsqueda de su
madre por recuperarla y el salomónico final dictaminado por las
semillas de una granada. Plutón, su propio tío, se atrevió a
desafiar al todopoderoso Júpiter y la secuestró para trasladarla al
mismísimo infierno, el Hades.
La
desesperación de su madre, Ceres, diosa de la tierra, que,
indignada, convirtió en desierto todo lo que pisaba, conmovió al
hasta entonces indolente Júpiter, que ordenó a Mercurio la gestión
de la liberación de Proserpina. Plutón únicamente aceptó previa
degustación, por parte de la joven, de seis semillas de granada. Así
quedó establecido que la hija de Ceres pasaría medio año en el
Hades y otros seis meses los disfrutaría junto a su madre, que cada
año la recibía ornamentando la tierra. Su llegada corresponde con
el inicio de la primavera. Su triste retorno al infierno lo refleja
el otoño.
En
esos vaivenes vitales anda Vicente Ferrer Roselló, uno de los
políticos más prolíficos en cargos de la Comunidad Valenciana y
alborayense de adopción. Ahora ha retornado a su Hades particular,
la secretaría general de un Partido Popular que zozobra en la
provincia de Valencia. Experiencia en un cargo similar no le falta.
La tuvo, a nivel autonómico, en la casi extinta Unión Valenciana
como segundo de Vicente González Lizondo. Sucedió en los tiempos
del principio del fin de la formación valencianista. Constituyó su
particular rapto por parte de Plutón.
Después,
un Júpiter transfigurado en Eduardo Zaplana primero y,
posteriormente, en Francisco Camps, le hizo disfrutar de su
fructífera primavera. Senador y diputado nacional, con la escala
intermedia de diputado provincial de Cultura bajo el manto de su
Ceres particular, el expresidente de la Diputación de Valencia
Fernando Giner. Con Manuel Álvaro, denostado exalcalde de Alboraya,
ejerciendo de Mercurio.
Hasta
que el actual presidente provincial del PP, Vicente Betoret, le
recordó el pacto de la granada y le hizo retornar al infierno.
Primero, relegándolo en la candidatura al Congreso que compitió por
Valencia en diciembre de 2015; luego, enlazando sus destinos y
convirtiéndolo en secretario general de una formación que
languidece en su particular averno. Ferrer tiene el consuelo de saber
que siempre habrá una nueva primavera.
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