Carlos Gil. Hasta
hace unos años, quien no era capaz de aprovechar el curso, tenía en
septiembre la posibilidad de arreglar el resultado en una
convocatoria extraordinaria. Hace poco tiempo, se decidió que esas
segundas convocatorias pasasen al mes de julio, y hasta los políticos
han decidido presentarse a ella para intentar maquillar el flaco
favor que nos están haciendo a los españoles.
En
lo que va de 2016, hemos asistido a un circo de postureo que nada
bueno podía traer para la prosperidad y el crecimiento de España.
Esto, que podemos oír a cualquier ciudadano de a pie, parece que ha
pasado desapercibido para quienes tenían que trabajar, dialogar y
consensuar en pro de la gobernabilidad del país.
La
política exige más compromiso y menos egoísmo, más bien común y
menos miradas al cuello de la camisa. Necesita oír menos veces, en
los medios de comunicación, que un político "ha dicho" y
que se empiece a decir que un político "ha escuchado".
Seguro que todo iba a ser diferente.
Los
bloqueos y los compartimentos estancos han llevado a que los grupos
parlamentarios hayan sido incapaces de cumplir el encargo de los
ciudadanos: ¡entendeos! No es que sea la primera vez que les ha
ocurrido. Solo era la primera vez que se lo habíamos pedido.
"No,
nunca, jamás", llevada hasta las ultimas consecuencias, no es
una contestación apta para un político de altura. La política debe
ser el arte de intentarlo, de ceder, de aproximar posturas y de
luchar en conjunto por el bien de los ciudadanos.
Ahora,
cuando el Rey ha firmado ya el suspenso con la convocatoria de nuevas
elecciones, todos ponen cara de haberlo entendido. Ahora, quieren
recuperar, en julio, las malas notas sacadas durante el curso. El
problema son los seis meses de continuar con el avance hacia la
estabilidad que hemos perdido los españoles. Esos ya no hay forma de
recuperarlos.
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