Es lo que mayormente nos echan de comer y de cenar. Y nada más empezar el día cuando todavía andamos tan tiernos medio soñando. Para que no pensemos. Al menos demasiado. No vaya a ser que algún día lleguemos a descifrar la factura de la luz -o la del agua-; y oh milagro! además podamos alcanzar a conocer el porqué, de nuestra santa nómina, y después de todo lo del César, sólo nos queda algo así como un societario 50%... (50%, que obviamente, acabamos derrochando con el banco por nuestra hipoteca, o con Mercadona, o así. Y lo poco que resta se lo ofrecemos en sacrificio ritual a los dioses Cepsa o Repsol...)
Y que nadie ose añorar aquellos clásicos recaudadores que como Pablo de Tarso, se apostaban a la puerta de las ciudades a sisar corruptamente a todo aquel que pretendía entrar en las mismas. Ni mucho menos se os ocurra evocar a los aguerridos sicarios del Señor que puntualmente venían a requisar nuestras cosechas. Casi enteritas.
Es fácil advertir que las cosas han mejorado. Y mucho. Con los adelantos de la imprenta, la automatización, la alfabetización general; las telecomunicaciónes y la "bulondanga". Obvio.