"En los pueblos la gente te pregunta de quién eres familia. No les interesa a qué te dedicas". Esta frase, que forma parte de un reportaje que publicamos en los ejemplares de Camp de Turia y Comarcas de Interior redactado por Jorge Zaldívar, refleja mucho en menos de una veintena de palabras.
Alude a municipios afectados por la despoblación que multiplican su cifra de habitantes en verano. Quienes llegan suelen ser familiares de algún nativo, personas que durante el resto del año residen en alguna localidad de mayor tamaño que genera más oportunidades laborales. En los meses estivales retornan al que fue su hogar o, sobre todo, donde crecieron sus padres o abuelos y han heredado la casa familiar.
Los vecinos autóctonos los miran con curiosidad y los identifican, precisamente, por sus raíces, por formar parte de alguna estirpe familiar conocida por un apellido, un apodo o un hecho de un pasado lejano. Y, al observarlos o al presentarles, los catalogan mentalmente bajo esa premisa. Les da igual a qué se dediquen. Para ello les basta la pregunta, en alusión a su saga, de ¿y tú de quién eres?
En la metrópoli, en Valencia, esos lazos de sangre no importan. Da igual de quién seas familia salvo que alguno de tus progenitores destaque por su posición pública o por un apellido de amplio conocimiento colectivo. Lo que resalta, o lo que suele iluminar o provocar interés, indiferencia o desgana en una presentación, es la coletilla, el cargo que acompaña al nombre en la presentación. La faceta por la que, en el ámbito empresarial, social o político pueda despuntar esa persona.
"Es Dorotea Pérez, gerente de…; Javier Sigfrido, concejal de…; Laura Poveda, presidenta de la asociación de…", o, si vamos a cuestiones más locales, "Escribano, el del horno; Carmen, la profesora de Literatura del instituto de tu sobrino; Juanlu, el amigo de José que tiene una farmacia en…" y así podríamos continuar hasta un larguísimo etcétera. En definitiva, lo que acostumbra a ubicar mejor en la mente del receptor urbanita a su nuevo conocido es a qué se dedica o en qué faceta destaca. Para nada importa quién fue su abuela o en qué casa vive su familia.
¿Podría considerarse mejor o peor la identificación rural o la urbana? En ambas, al fin y al cabo, se trata de identificar y encajonar, felicitar la deglución mental desde el punto de vista de los parámetros que resultan más sencillos o interesantes a los interlocutores.
No obstante, personalmente, prefiero una tercera -existe unas cuantas más, por supuesto- presentación o catalogación. La que tiene lugar cuando viajas, cuando estás en una ciudad albanesa o en un pueblo gallego. Entonces, simplemente –y que disculpe el lector este yoísmo- soy "Héctor, de Valencia" (en España, como añadiría en el primer caso). Esa definición, la clásica, la del encuentro foráneo, me resulta más directa y sentida. Y en verano es cuando más se prodiga en las presentaciones. No hace falta más.