El 25 de abril de 1930 nació en Gátova una niña que se llamaba Felicidad Martínez Sierra. Nació sin ningún pan bajo del brazo, de hecho, nació sin apenas tener que llevarse a la boca, pero nació rodeada de amor, el de su madre y su padre, que más tarde le darían 4 hermanos, Aurea, Rafael, Senent y María, permítanme que haga hincapié en esta última, se llevaban 18 años y fue, en ese momento tal y como ella me decía, su primera hija, al igual que para María, mi abuela era como su segunda madre. Pasaste junto a tu familia muchas penurias, una casa donde apenas se sostenía el tejado, una pared de cañizo y en ocasiones poco más que unas patatas y harina de guijas para llevarte a la boca, aun así, no faltó lo más esencial en tu casa, la de tu familia, el amor. Tuviste tres hijos junto al abuelo, Eduardo, y los llamaste Eduardo, Carlos y María Jesús, mi madre.
La mala suerte hizo que enviudaras en el 80 muy joven, en una época incierta y de inestabilidad, pero gracias a tu amor, los sacaste adelante a todos, te tocó pelear mucho para que tus hijos no sufrieran ninguna falta y con mucho esfuerzo y coraje, lo conseguiste, a la vez que ayudabas a muchos de tus hermanos y te dejabas ayudar por ellos, recuerdo esas miradas entre la tía María y tú y entre la yaya viejita y tú, tu madre, uno de tus puntales, había una complicidad difícil de describir entre vosotras tres.
Has peleado, has sonreído y has amado, a todos los que te rodeábamos, y la vida te hizo un regalo permitiéndote que conocieras a finales de los 80 a Manolo, quien se con convirtió en tu compañero de viaje, y también en el nuestro, al menos en el mío. Fueron muchos años de bailes, de meriendas, de tardes de risas y de toros, de enfados y peleas tontas que duraban eso, una tontería y mentiría si dijera que tenías tus defectos y tus virtudes, ya que para mí no había defecto alguno, tu amor era tan grande, que no había nada ni nadie que se le resistiera. Eres, fuiste y serás el amor de mi vida, aunque eso ya lo sabías.
Yo he tenido la suerte que muchos no tienen, tener dos madres, mi madre María Jesús que junto a mi padre me dieron la vida un 1 de diciembre de 1991 y a ti que has sido, eres y serás mi madre, aunque no me hayas parido, o como me gustaba decirte eres y serás siempre mi niña, mi niña consentida.
Pasaste hambre y frío para que tus hijos, tus hermanos y tus nietos tuvieran un techo donde resguardarse y un plato de comida que llevarse a la boca, y siempre barriendo para casa, tuviéramos o no tuviéramos razón, éramos los tuyos, tu amor y por encima de eso no había nada ni nadie.
Hoy, ya no estás conmigo, y he de confesarte que se me hace un nudo en la garganta escribiendo estas palabras, pero también me sale una sonrisa al acordarme de todo lo que hemos vivido juntos mi niña, tardes de toros, de horchata, de escobazos, de pelar almendras, de huerta y de gallinas. Y quería escribir esta carta para decirte otra vez lo mucho que te amo y que te amaré siempre, porque eres mi guía y una de las patas que me sostienen.
Escribo todo esto hoy, día de la madre, aunque me hubiera gustado poder decírtelo mucho antes, sé que lo sabías, pero tenía esta deuda contigo. El 19 de enero de 2016 cerraste tus ojos y te fuiste al cielo, con los tuyos, y recuerdo ese día porque no he dejado de llorar desde entonces, porque tengo una espinita clavada al no haberme podido despedir de ti ese día en el hospital, llegué tarde y ya te habías ido.
Y quería decirte de nuevo que para mí has sido y serás la mejor abuela y madre del mundo y que te amo como te decía cuando era pequeño, hasta el infinito y las estrellas, donde ahora te encuentras y sé que, aunque ahora no estés aquí conmigo sigues cuidando de mi y de nuestra familia, esa que tu formaste con tanto amor y a la que defendías con uñas y dientes. Quería decirte también que sigo cuidando de tu casa, de tus plantas y de tus animaletes y de nuestra querida Gátova, tu pueblo y el mío, ese que siempre llevabas en tus labios allá donde fueras, siendo una de las mejores embajadoras que ha dado nuestro bonito pueblo y te prometo que seguiré peleando por y para Gátova allí donde esté, como he hecho hasta ahora, con la humildad y la cercanía que tu me enseñaste.
Te quiero y te querré siempre abuela y no tengo miedo a reunirme contigo, ya que sé que una eternidad contigo es el mejor regalo del mundo. Nos vemos mi niña, mi niña bonita. Sigue sonriendo allá donde estés, y recuerda que nos quedó pendiente una escapada a un sitio que solo tú y yo sabemos.
Jesús Salmerón Berga
En Gátova, a 7 de mayo de 2023