El viernes dÃa 27 de febrero, iba a clase a Gobernatia, el curso empezaba a las 16 horas, nos habÃan dicho que estuviéramos un poco antes por aquello de la puntualidad, y asà me organicé la tarde. Después de comer el menú del dÃa en el 16 (lugar frecuentado cuando estoy en el Cap i Casal) aparqué el coche en la Alameda y con Metro-Valencia me dirigà a la estación de Xátiva para llegar al edificio CapÃtol donde era el curso.
Como soy un despistado e iba sobrado de tiempo en la estación Alameda, me subà al primer metro que pasaba, y una vez arriba del vehÃculo me di cuenta que éste no tenia parada en Xátiva, sino que era otra lÃnea y la parada la tenÃa en Bailen. Pensé "para aprender perder" y otro dÃa estate más atento a las paradas. Volvà andando desde Bailén hasta Renfe, me encontré con un par de amigos a los que saludé, y por fin salà de la estación con dirección al CapÃtol, menos mal que lo cogà con tiempo.
Al cruzar la puerta de la calle de la estación, la que hay junto a la Plaza de Toros, vi a un chico joven sentado en el suelo junto a la puerta abierta, pidiendo (en este momento, me duele el estómago de pensarlo). Llevaba un cartón sujetado con las dos manos que tal como iba andando comencé a leer "Hola vivo en la calle y estoy enfermo de epilepsia...." Seguà andando insensible y crucé la calle al estar el semáforo en verde. La inercia.
No pude seguir caminado, desande lo andando y me presenté delante del muchacho (por Dios que nadie piense que escribo esto pensando en mi, para hacer ver que soy una buena persona. No y suplico que nadie tenga este pensamiento. Escribo contando cómo puedo, la experiencia que he vivido; en este momento las lágrimas están cruzando mis mejillas).El joven sentado en el suelo: sus afilados dedos mugrientos, ennegrecidos, sin apenas uñas, pues quedaba claro que se las comÃa, sus piernas tapadas con un saco, una incipiente barba sin afeitar y sus ojos tristes casi cerrados me miraban con una vehemencia tan grande que me atrevà a preguntarle.
¿De dónde eres? -De RumanÃa, me dijo. ¿Vives solo? ¿no tienes casa? ¿no tienes a nadie? -No, me decÃa con la cabeza. -Solo tengo mantas, duermo en la calle, estoy solo. ¿Has comido? -No, seguÃa moviendo la cabeza. Ya no me atrevÃa ni a mirarle. La vergüenza en ese momento era mÃa, porqué el pobre era yo, el indolente era mi alma, no sé qué calificativo ponerme a mà mismo como parte de la sociedad que está pidiendo un cambio.
Le dije, ¿te puedo hacer una foto? Sonriendo y cariñoso me dijo que sÃ. Entonces le pregunté ¿quieres que te traiga comida? -Si... me decÃa con la cabeza. Volvà a cruzar el semáforo, esta vez con los ojos mojados, y susurré dos palabras que todos hemos coreado y nos hemos reÃdo esta semana desde el domingo pasado, pero añadiendo un exabrupto de mi cosecha para rematar la frase, y que no la expreso aquà por educación.
Esta tarde he visto la pobreza, la miseria humana, la soledad, el dolor, la angustia... por mi mente han pasado tantas pelÃculas que me he quedado desconcertado. He hecho lo que tenÃa que hacer y me he vuelto a encontrar con el muchacho, estaba muerto de hambre; cuando me ha visto volver a sonreÃdo, le he dado la mano y le he preguntado cuantos años tenÃa, veintidós me ha respondido, tenÃa cara de niño, y he detectado que llevaba un poco de sangre en la nariz... Me he despedido de él con un profundo sentimiento de que aún nos quedan a los humanos muchos flecos por rematar.
En el momento de mi partida he pensado en un libro de Antonio Gala, "La Soledad sonora" que en uno de sus capÃtulos nos habla de las Navidades Negras y en una de sus frases dice " [...] Escribo hoy no para los que no tienen qué comer ni que beber, porque nadie es digno de escribir para ellos."
Sin trabajo, sin futuro, enfermo y con hambre... ¿Qué hacemos YO y tú? ¿Dónde está la SOCIEDAD DEL BIENESTAR? ¿Dónde quedaron los Derechos Humanos?
Nadie es digno de escribir para ellos... pero ellos, los indignos, los solitarios, los enfermos, los marginados... los sin nada, ellos y solo de ellos somos sus deudores, porque ellos y solo ellos heredarán la tierra.
Pido perdón por compartir esta experiencia que ha taladrado mi corazón.