El pasado 6 de mayo pude
participar en la manifestación por la libertad de enseñanza convocada por la
Federación Católica de Asociaciones de
Padres de Alumnos (FCAPA). En
cuanto al número de participantes puede decirse que fue un verdadero éxito. Se
estima que acudieron más de 40 000 personas. Sin embargo, nunca he sido de los
que han creÃdo que la verdad pueda determinarse basándonos en el apoyo mayoritario que reciba o no una
determinada causa. Si en el próximo examen de mi clase 25 de los 35 alumnos me
dicen que 3 más dos son cuatro... ¡pienso negarme a considerarlo correcto!
Con este artÃculo pretendo
aclarar algunos malentendidos y lugares comunes que creo que existen entorno a
la enseñanza concertada. Tengo la convicción de que mis argumentos servirán
para mostrar la necesidad de esta, siempre y cuando, claro, nos acerquemos a
ellos libres de los prejuicios que tanto entorpecen la búsqueda de la verdad.
Como dirÃa el filósofo Julián MarÃas:
"Las doctrinas falsas suelen buscar la imposición, las
verdaderas prefieren justificarse."
Soy, además
de profesor, padre de dos chicos de 11 y 14 años que acuden al mismo centro en
el que trabajo. Se puede decir, por lo tanto, que conozco bastante bien la
realidad de la que hablo. Tanto para mÃ, como para su madre, la educación de
estos no consiste únicamente en la adquisición de unos conocimientos en algunas
asignaturas. No, la educación es mucho más. Tenemos claro que de su educación
debemos encargarnos principalmente nosotros. Pero consideramos muy importante
que puedan acudir a un centro cuyo ideario sea coherente con el conjunto de
valores que queremos transmitirles y que, por cierto, el centro hace explÃcito
a través de un ideario que cualquiera puede consultar en su página web.
En el
artÃculo 27 de la constitución puede leerse que "Los poderes públicos
garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la
formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones."
Eso es, lo que a mi juicio, los poderes públicos han estado garantizando
mediante el mantenimiento de los conciertos. Mediante estos se ha dado la
posibilidad a los padres de poder elegir entre modelos educativos diversos. En
resumen, el apoyo o no que se brinde a la enseñanza concertada no es un
capricho de los gobiernos de turno, sino un servicio público que viene a cumplir
con uno de los derechos básicos que recoge nuestra constitución.
Hay muchas
palabras que, utilizadas desnudas, sin más matizaciones, remiten a un conjunto
de significados que pueden diferir enormente según la persona que las procesa
en función de las vivencias que esta haya ido atesorando a lo largo de su vida.
Un ejemplo de este tipo de palabras son los adjetivos público y privado. Suele
argumentarse que las administraciones no deberÃan destinar el dinero público al
sostenimiento de entidades privadas. Esta argumentación, según mi opinión es
errónea, porque ni el dinero es "público", sino que proviene de los
contribuyentes (manos privadas), entre los cuáles hay muchos que optan por la
enseñanza concertada, ni las entidades son tan "privadas" como parece pues como
ya hemos dicho ofrecen un bien público exigido por la constitución. Además, tal
y como afirma la Plataforma por la Libertad Educativa: "ninguna ley española ni
europea impide que un servicio a los ciudadanos, financiado con los impuestos
que éstos pagan, pueda ser prestado desde la gestión privada del mismo".
Otro de los
significados a los que la palabra privado remite es al lucro que unas
determinadas personas, muchas veces despreciadas con el término "los
empresarios", puedan obtener. Bien, clarifiquemos
también este asunto. Hablaré del centro en el que yo trabajo, porque es el que
conozco, pero estoy prácticamente seguro que lo que diga de él podrÃa
extrapolarse al resto de centros concertados. Lo primero que deberÃamos hacer
es agradecer a las titularidades privadas de estos centros que accedieran en su
dÃa a poner al servicio de la sociedad unas entidades educativas que eran en la
mayorÃa de los casos completamente autosuficientes económicamente. De este modo
posibilitaron la universalización del acceso a la educación en España, en una
época, además, en la que no habÃa suficientes infraestructuras públicas para
ello. De bien nacido es ser agradecido dice nuestro refranero. Lo segundo que
haré es decir que ninguno de los centros concertados en que he trabajado (tres
en concreto) he visto que estuvieran destinados al lucro personal de las
entidades privadas que los poseÃan, más bien al contrario, pues el posible
rendimiento positivo de su actividad económica he visto que lo reutilizaban en
la mejora de unas infraestructuras que ponÃan luego a disposición del conjunto
de la sociedad. ¿Cuál es el porqué de su existencia entonces?, se preguntará el
lector. ¿Qué buscan con sus centros educativos? Bien, digámoslo sin tapujos:
buscan la mera transmisión de un mensaje con la educación como medio
privilegiado. Por cierto, un mensaje que, como he dicho antes, no ocultan y que
las familias aceptan libremente.
El tercer
equÃvoco que me gustarÃa desenmascarar en relación al argumento al que antes he
hecho alusión, tiene que ver también, con cuestiones económicas. Es una
cuestión económica que también pondrá de manifiesto una falta de igualdad y
justicia flagrante. No son pocas las voces que he oÃdo diciendo que serÃa un
fraude para el contribuyente dar dinero a la escuela concertada cuando hay
plazas en la pública. Esta afirmación mucha gente la toma como un axioma
prácticamente irrefutable. Pero...¡ya lo creo que admite refutación!
Antes de
nada vamos a mostrar bien a las claras unas cuántas cifras que clarifiquen el
asunto. Mucha gente piensa que el mantenimiento de este tipo de educación
supone un gasto doble para la administración pública, cuando la verdad es,
justamente, lo contrario. Ayer pude leer en la Vanguardia un artÃculo, cuyo
titular resultaba algo confuso, en el que se decÃa que el gasto que supone para
una familia la enseñanza concertada según la OCU supone un 250 % más que el de
la enseñanza pública. ¿Cómo es esto posible? Muy sencillo, porque las familias
tienen que hacerse cargo, vÃa por ejemplo donaciones, de la diferencia que
produce el trato discriminatorio de la administración pública, que destina una
menor asignación de fondos a este tipo de educación, estimándose que el coste
por alumno en la pública le cuesta al Estado unos 5000 € mientras que en la
concertada es de 2500 (el 50 %). Al respecto puede consultarse la página http://educalab.es/-/cuentas-y-cuentos-el-gasto-por-alumno.
Por otro lado, cuándo se habla de fraude al contribuyente, ¿a qué se refieren?
Porque yo soy contribuyente, y considero mucho mayor fraude que obliguen a mis
hijos a educarse en el centro que el estado dictamine, contraviniendo con ello
el mencionado artÃculo 27 de la constitución, que que se gestionen mal los
recursos. Por otra parte, sà considero un fraude que se gestionen mal los
recursos: es un fraude que se construyan centros públicos donde no son
necesarios por tener satisfecha la demanda social con centros concertados, y es
un fraude destinar dinero a una educación no demanda por la sociedad. Si la
enseñanza concertada no la quisiera la sociedad, serÃa un fraude destinar a
ella fondos públicos, pero… ¡eso no es asÃ! Es obligación de unos poderes
públicos atenerse a las leyes y estas dictaminan, a Dios gracias, que el estado
debe garantizar la pluralidad educativa, lo que a mÃ, como demócrata
convencido, me llena de tranquilidad.
Recuerdo
nÃtidamente, pese a los más de diez años que han transcurrido, el momento
terrible de solicitar una plaza en el centro al que acuden mis hijos. Para mÃ
no fue especialmente traumático, pues al ser trabajador del centro, contaba con
un buen colchón de puntos. Pero para la mayorÃa de los padres fue un momento
angustioso. Tristemente, muchos no pudieron escolarizar a sus hijos en el
centro de su elección y tuvieron que optar por otras posibilidades, algunas de
las cuales eran colegios públicos. Incluso sé de algunos amigos mÃos que al
final ni siquiera lo intentaron, pues pese a estar muy interesados, sabÃan que
no tendrÃan los puntos suficientes. Esta llamada "demanda social", lejos de
decaer, se ha mantenido. Las clases de cuarto de la ESO del presente curso
tienen muchos alumnos (yo fui tutor de una de ellas el año pasado), y
aproximadamente unos 35 alumnos podrÃan verse obligados a cambiar de centro
pese a querer seguir estudiando aquà si las alegaciones que se presentan ahora
no surten efecto. La verdad es que tengo esperanzas de que sà surtan efecto
pues la señora Mónica Oltra afirmó que "ningún niño que haya empezado en un
concertado tendrá que cambiar de colegio" y éste colegio, señora Oltra,
finaliza su educación en segundo de bachillerato.
Ni que
decir tiene que ni en sueños se me ocurrirÃa pedir la eliminación del modelo
público pues creo que da un servicio fundamental a la sociedad. Es más, creo
que no deberÃamos plantear una disyuntiva en términos de o pública o
concertada, pues considero ambas opciones complementarias y totalmente
necesarias. Para mà tal disyuntiva no es más que una manipulación creada por
intereses partidistas provocados por una polarización excesiva de la polÃtica
española. HabrÃa que aunar fuerzas y tanto los profesionales de un tipo de
educación como los de la otra deberÃamos
exigir a nuestros polÃticos una mejor gestión de los recursos, haciéndoles huir
de planteamientos ideológicos y sectarios, por un lado, o impidiéndoles
dilapidar el dinero disponible a manos llenas en proyectos de importancia,
cuando menos, secundaria, pues la educación supone el futuro de nuestro paÃs y
tiene una importancia principal.