Salvador Murgui.
Empezamos la semana
con pensamiento especial,
pues una fuerza dimana,
como motor principal.
Nuestro Papa Benedicto,
hombre prudente y leal,
se nos marcha todo invicto
de su Gran Trono Papal.
No ha sido cosa sencilla,
el tener que abandonar
de San Pedro, ésta silla,
de modo tan ejemplar.
Ha dado muchas razones
todas ellas de virtud,
que en muchas ocasiones
le perturban la salud.
Dejemos pues al gran Papa
que fiel e intelectual,
de Castelgandolfo el mapa
lo calmará de su mal.
Allà queda el que es Obispo
sin anillo, de pescador,
llorando por el pecado,
de este pueblo "traidor".
¿Puede haber mayor traición,
a aquel que murió en la cruz,
que hoy nadie haga mención
y se aparte de su luz?
Pues esa es la condena,
del odio, del abandono
el Papa ha sentido pena,
y ha dejado su trono…
Se va tranquilo sereno;
A orar en un convento,
seguro que allà esta lleno
y se encuentra bien contento.
Ora pues, Papa Bendito,
ora de forma incesante,
por este pueblo contrito,
y este mundo "insultante".
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