Señor Director:
Quisiera aprovechar este espacio para expresar mi profunda indignación con la polÃtica de facturación de El Corte Inglés, una empresa que antaño se distinguÃa por su excelencia en la atención al cliente pero que, en los últimos años, parece haber olvidado quiénes sostienen su negocio.
Hablo en nombre de muchos profesionales y empresarios que, al realizar compras en sus establecimientos, nos encontramos con una barrera absurda y desfasada: la negativa a emitir factura en el momento de la compra. En cualquier otro comercio, incluso en pequeños negocios, pedir una factura para empresa es un trámite sencillo e inmediato. Sin embargo, en El Corte Inglés, este proceso se convierte en una auténtica odisea.
Pongamos como ejemplo la tienda de la calle Colón, en Valencia. Tras pagar en caja, en lugar de recibir la factura en ese momento, como cabrÃa esperar de una empresa de este calibre, el cliente debe desplazarse hasta la sexta planta y esperar, en muchos casos, entre media hora y una hora. Un procedimiento burocrático y arcaico que refleja una falta absoluta de consideración hacia el tiempo de sus clientes.
¿A qué responde esta polÃtica? ¿A la falta de modernización de sus sistemas? ¿A una desidia institucionalizada? Sea cual sea la razón, el mensaje que transmiten es claro: el cliente ha dejado de ser lo más importante.
Resulta irónico que una empresa que lucha por mantenerse relevante en un mercado cada vez más competitivo elija poner trabas a quienes, al fin y al cabo, representan una parte importante de su facturación. Mientras Amazon, Fnac o cualquier tienda moderna emiten facturas en segundos, El Corte Inglés obliga a peregrinar por sus instalaciones como si nos hicieran un favor en lugar de prestarnos un servicio básico.
Si El Corte Inglés aspira a recuperar su antigua reputación, harÃa bien en replantearse su polÃtica de atención al cliente, empezando por eliminar este sinsentido. En un mundo donde la inmediatez y la eficiencia son clave, aferrarse a prácticas obsoletas solo contribuye a alejar a los clientes. Y cuando una empresa empieza a perder clientes, el final se convierte en una cuestión de tiempo.
Atentamente,
Joan Canut