¿Cómo explicaríamos
que un pueblo como el alemán, tan ilustrado e inteligente, apoyara enardecido a
un cabo austriaco y le eligiera presidente de la nación alemana? Alemania cayó
rendida a sus pies hasta el extremo de considerar justo y patriótico el
holocausto del pueblo judío. Hitler supo escuchar el latido del corazón del
pueblo alemán, un pueblo abatido por el tratado de Versalles, por la crisis
económica y con la moral por los suelos. Hitler entendió la psicología del
pueblo y habló a los alemanes con el lenguaje que ellos querían escuchar.
Ensalzó la raza alemana, atacó a los políticos causantes de su derrota,
arremetió contra el pueblo judío al que presentó como causa de su mala economía.
Enardeció al pueblo alemán y fue elegido democráticamente presidente. Sus
discursos encandilaron a las gentes. No entendemos que un insignificante cabo
austriaco fuera capaz de justificar el campo de Manthanseu y otras muchas
filiales por todo el territorio, en las que se sometió a inhumanos tratamientos
a millones y millones de hombres, mujeres y niños judíos, gitanos,
homosexuales, comunistas y delincuentes. Hitler creó un infierno en la tierra.
Sembró Alemania, Austria y Polonia de campos de concentración y el pueblo
alemán, culto e ilustrado, aplaudió y bendijo tales medidas. ¿Cómo explicamos
esto?...
La psicología tiene
mucho que decir al respecto. Un pueblo sin moral fácilmente se pone a
disposición de cualquiera que ofrezca un futuro prometedor y les diga lo que
ellos quieren oír. El caso de Hitler es un caso mayor, pero existen muchas
situaciones menores en las que gentes en crisis marchan de inmediato tras esos
políticos que les ofrecen el paraíso. Existe una teoría muy interesante: la
teoría de los reflejos condicionados de Paulov, aproximación experimental a lo
psíquico desde el campo de lo fisiológico. Un reflejo es un movimiento
involuntario ante un estímulo. Paulov descubrió que nuestro organismo responde
no sólo a reflejos naturales, sino también a reflejos condicionados. Así, el
sonido de una campana puede producir secreción gástrica, sensación de hambre en
un animal, si le habituamos a comer tras oír el repique de la misma. Es un
mundo maravilloso que explica muchos comportamientos animales y humanos.
En la vida política
hay muchas conductas que nacen de reflejos condicionados. Así, ante la lectura
de determinadas palabras: paro, sanidad, educación, gobierno, derechos… muchos
se ponen agresivos y descontentos. Algunos políticos conocen bien la psicología
humana y tienen muy en cuenta que, para obtener el aplauso del pueblo, tienen
que emplear un determinado lenguaje, aquel que el pueblo quiere oír. No hablar
de apretarse el cinturón, de las rebajas, del paro… El lenguaje a emplear tiene
que ser muy distinto: hay que criticar al gobierno, su política de paro, de
recortes y tratarles de corruptos y amantes de las clases adineradas. Muchos
ciudadanos conectan fácilmente con dicho lenguaje.
Hoy los políticos,
que conocen bien la psicología de sus pueblos, saben que las respuestas
sociales dependen en gran manera de los mensajes políticos. De esta psicología
se aprovechan aquellos que dicen a la sociedad que podemos recuperar los
recortes, que se puede eliminar el paro, que tienen el bálsamo para curar todas
las heridas que les aquejan. Quieren ilusionar al pueblo al igual que los Reyes
Magos ilusionan a los niños. Y esta melodía populista es escuchada
agradecidamente por los oyentes. Me pregunto: ¿Qué dirían ustedes respecto al
médico que, pese a la gravedad del enfermo, dijera a los familiares lo
contrario para tenerles contentos?... Esto es precisamente lo que está
ocurriendo en nuestra izquierda radical. Izquierda Unida y PODEMOS presentan un
maniqueísmo político. Dicen que unos partidos de casta someten al ciudadano a
una vida dura y difícil. Otros, ellos, defienden al débil y al necesitado. Hay
una casta mala y otra buena. Aventan los deberes de los hombres y sólo les
hablan de sus derechos. Es muy fácil engañar a los pueblos, ocultando la
realidad y enviándoles un mensaje agradable, que contrasta con la realidad que
viven. Ellos saben que, cuando los hombres no consiguen aquello a lo que creen
tener derecho, surge en ellos el fenómeno psicológico de la frustración. Y todos
ustedes saben que el efecto inmediato de una frustración es la agresividad.
Sólo hay que asomarse a nuestras calles para detectar esa frustración y
agresividad constante ante las actuaciones del Gobierno. Actuaciones muy bien
aprovechadas por ciertos políticos. Recuerden aquello que Zapatero decía a un
periodista: "Nos interesa que en la calle haya tensión". Recordemos que de la
"tensión" entre el patrono y el obrero nació el marxismo. Y de la actual
"tensión" ha nacido PODEMOS, que puede envenenar a un gran sector del pueblo
español con sus soluciones atractivas, pero utópicas.
Ante esta situación
no vale tener la boca cerrada. El Gobierno debe saber que el tema económico es
importante, pero no lo único importante. Decir a la gente que, aunque se van
cerrando sus cicatrices, España sigue aún enferma. Hay que decir al pueblo sin
ambages lo bueno y lo malo, lo que quiere y lo que no quiere oír. No se puede
tapar la luz al día ni sacar los paraguas cuando no llueve.