En abril de 1972, un escalofrío recorrió Villena. Durante
varios días, la localidad alicantina se convirtió en el epicentro de un
misterio que rozaba lo fantástico. Las emisoras de radio, los periódicos
nacionales y hasta un equipo de Televisión Española hablaban de lo mismo: un
supuesto "hombre lobo" había sido capturado en las montañas de Levante.
El protagonista de la historia era un hombre sin nombre ni
pasado, hallado por vecinos en las inmediaciones del paraje rural de la Sierra
de la Villa. Su aspecto era salvaje. No hablaba, no se sabía de dónde venía, ni
cómo había sobrevivido en soledad. Se alimentaba de raíces, no usaba cubiertos,
dormía en el suelo o en los árboles y rehuía el contacto humano. Parecía más
criatura que persona. Rápidamente, los medios le bautizaron como "el hombre
lobo de Villena".
Lo llevaron al asilo de Nuestra Señora de los Desamparados.
Allí, las monjas intentaron acogerlo, aunque el hombre, al que llamaron Manolo
García, se resistía a cualquier gesto de civilización. Prefería dormir a la
intemperie, incluso dentro del propio jardín del asilo. Su mirada esquiva y su
comportamiento animal solo alimentaban el rumor: ¿era un loco escapado? ¿Un
ermitaño? ¿O verdaderamente algo más?
Las autoridades municipales cerraron filas. Denunciaron una
"campaña de sensacionalismo" y aseguraron que se trataba simplemente de un
hombre sordomudo con discapacidad intelectual. Pero no ofrecieron más datos.
Nadie supo nunca de dónde venía ni si alguien lo reclamó. La información fue
silenciada con rapidez, y Villena recuperó su calma habitual. Pero algo quedó
en el aire.
Décadas después, aún se recuerda aquel episodio como una de
las historias más enigmáticas de la comarca. ¿Fue un caso de abandono social, o
un verdadero ejemplo de cómo nace una leyenda? ¿Qué fue de aquel hombre? ¿Vivía
como bestia por elección o por necesidad?
A día de hoy, no hay archivo oficial que documente su
identidad real. Sólo sobreviven testimonios orales, una mención en los diarios
de época… y la certeza de que, por unos días, Villena fue un lugar donde lo
imposible pareció posible.