La pandemia de la COVID-19 nos ha traído dolor y un aprendizaje forzoso como sociedad, tanto desde el punto de vista sanitario y solidario, como desde la perspectiva de ser capaces de poder remontar de nuevo una situación económica complicada, a la que habría que añadirle esta vez variables y consecuencias previamente ignotas y de difícil pronóstico a medio plazo. En aquellos primeros momentos de marzo y abril de 2020 todos pensábamos en nuestro bien más preciado, la salud, aunque ya podíamos vislumbrar las consecuencias económicas que la pandemia iba a tener en la sociedad y con ello los problemas sociales que esto traería.
Al respecto, todavía guardo en mi retina imágenes de la ciudad en la que trabajaba durante la pandemia, Benidorm, lugar turístico por excelencia a nivel nacional e internacional. En mi caso, tuve que ir diariamente a prestar mis servicios en un sector esencial durante la pandemia, como es el sanitario. Me puedo sentir privilegiada de haber podido trabajar, aunque en una segunda línea, en un sector básico para nuestra sociedad durante la pandemia, si bien hubo días de miedo y tensión, no lo voy a negar. En mis traslados al trabajo, contemplaba como las calles de Benidorm, normalmente abarrotadas de vida, tenían un aspecto casi fantasmagórico. Hay que soslayar que el problema no era la imagen per se, sino las consecuencias sociales, y económicas que las graves circunstancias sanitarias producirían en el principal sector económico de nuestro país, que es el turismo.
Antes de la pandemia, España ocupaba el segundo o tercer lugar mundial como destino turístico, solo superada por Francia y Estados Unidos, dependiendo ello del año de referencia. El turismo internacional sufrió consecuencias muy importantes durante los meses que el mundo se paralizó y España no fue una excepción, al contrario. La pandemia perjudicó gravemente a nuestro sector turístico y con ello la economía de los millones de personas que directa o indirectamente viven de este sector en nuestro país. Desde la perspectiva del usuario, en plena pandemia, la ciudadanía aprendió a vivir con restricciones y lo último en lo que pensaban las personas era en el propio disfrute turístico.
El año pasado, en la primera edición de FITUR postpandemia, los principales cargos autonómicos de nuestro partido reivindicaban con fuerza el "no a la tasa turística". La principal feria turística de España se convirtió en el centro de muchas reivindicaciones consecuencia de la situación vivida hasta el momento.
Como continuación de lo expuesto, hace unas semanas, en las Cortes Valencianas, el sector turístico sufría un nuevo mazazo de la mano del PSPV, Compromis y Unidas Podemos, apoyando la aplicación de la tasa turística en la Comunidad Valenciana. Estos partidos de izquierdas han aprobado en el pleno del último jueves de noviembre de 2022 la aplicación de dicha tasa en la Comunidad Valenciana, que podrá ponerse en funcionamiento en 2024, con el aparente objetivo de recaudar en torno a 10 millones de euros. Esta cantidad, si se compara con los 22.116 millones de euros de presupuesto del ente autonómico, supone un 0,045% de dicho importe, algo numéricamente cuasi insignificante.
Por lo tanto, más allá del afán recaudatorio, consustancial siempre a la izquierda, y teniendo en cuenta la nimiedad relativa de lo recaudado, hay que buscar otras motivaciones en esta decisión política. Quizás haya que encontrar la respuesta en la intención de contrastar a propósito el concepto del cuidado medioambiental y la sostenibilidad con la actividad del propio turista. Una cosa es la huella de carbono propia y foránea y las medidas que todos los entes públicos y privados pueden hacer para su reducción, y otra cosa es el gravamen directo al turista poniendo de primer muro de contención (de rehén) al sector económico que se interrelaciona con el cliente. No parece esto una decisión acertada, máxime cuando lo que se trata de que el sector turístico se recupere al 100% a niveles de antes de la pandemia y vuelva a ser uno de los motores clave de la economía del país y de nuestra comunidad autónoma.
Otra muestra de sectarismo al cuadrado es el planteamiento del actual gobierno municipal de la ciudad de Valéncia, muy proclive a la aplicación de dicha tasa, demostrándose en la aprobación de una moción el mes de noviembre de 2021 al respecto. El discurso de la Vicealcaldesa de València, Sandra Gómez, del PSOE, se basa en la posibilidad de la aplicación de un gravamen de 6 euros para los apartamentos turísticos.
Ante estas votaciones y planteamientos acaecidos, el sector hotelero se ha mostrado contrario a la implantación de la tasa, hasta el punto de que el mismo secretario de Turismo, el socialista Francesc Colomer, ha mostrado más de una vez sus reticencias a la implantación de la tasa, debido a la falta de informes favorables que la justificasen.
Desde Ciudadanos hemos rechazado frontalmente siempre la implantación de la tasa turística, manteniéndonos en la misma posición que llevamos defendiendo e intentando apoyar a uno de los sectores más duramente castigados durante la Pandemia. En la Unión Europea solo la mitad de los países integrantes aplican esta tasa. En España actualmente solo se paga tasa turística en Cataluña y Baleares. Por lo tanto, este gravamen se aplica de forma indiscriminada en algunas comunidades autónomas y en otras no, lo que llevaría a la Comunidad Valenciana a encontrarse en desigualdad de condiciones ante otras comunidades, como Andalucía o Madrid que además son competidores turísticos de primer nivel con nuestra comunidad.
Este es un "error" más del tripartito compuesto por PSPV, Compromís y Podemos, ya no solo por la forma, sino por el fondo. Me niego a pensar que la ciudadanía no lo vaya a hacer pagar en las urnas en 2023, dando la espalda a unas opciones políticas que solo piensan en gravar exponencialmente el bolsillo de las personas, especialmente de la sufrida clase media, dejando a los sectores económicos y a las empresas desamparadas o con clara inseguridad jurídica en la mayoría de las decisiones que toman. Se trata de hacer de nuestra Comunidad un lugar cómodo y abierto para los propios y para los visitantes y no un lugar incómodo y cerrado para todo el mundo.