Si queremos creernos las estadÃsticas y las cifras que cada dÃa se nos aportan desde el Gobierno, parece que la evolución de la emergencia sanitaria de la COVID-19 empieza a invitar al optimismo. Sin que se pueda aventurar lo que pasará en las próximas semanas, en función del efecto de la desescalada del confinamiento y la persistencia del virus, la cifra de contagios y de fallecimientos, evoluciona de una forma más lenta de lo que lo hacÃa hace dos semanas. No es motivo de alegrÃa ni de orgullo, cuando deja ya en el recuento a más de 22.000 fallecidos, pero sirve, al menos, para rebajar la presión que los sanitarios llevan soportando, durante muchas semanas ya, en los hospitales españoles.
Esta semana, hemos visto al presidente Puig y a la consellera Barceló pedir perdón por la negligente gestión de la crisis. No voy a negar que es un gesto que les honra, por lo poco habitual que es oÃr esas palabras en la polÃtica actual, pero resulta insuficiente si, paralelamente, vemos como siguen sin funcionar los hospitales de campaña, sin realizarse los test masivos recomendados por la OMS, y sin dotarse a los sanitarios de los elementos de protección básicos para seguir desarrollando, con seguridad, el impagable papel que están haciendo.
Estamos en el ojo del huracán, ese momento en que parece que la tormenta empieza a relajarse, pero en el que se sabe que está por llegar una segunda parte, como poco, tan dura como la primera.
Es momento de tomar medidas para que la crisis económica y social que dejará tras de sà esta crisis sanitaria, no nos azote tan fuerte como parece previsible. Esta semana hemos empezado a ver cómo se empiezan a anular los grandes eventos del verano: San FermÃn, en Pamplona, o la Tomatina, en Buñol, han sido los primeros en anunciar su anulación, a la espera de que Ribó acepte que la celebración de las Fallas en julio resulta también imposible.
El problema no son las fiestas en sÃ, porque puede que muchos ni siquiera tengamos ganas de ellas. El verdadero riesgo está en la repercusión económica que esos eventos tienen allá donde se realizan. La repercusión en un sector tan estratégico para nuestra economÃa, como es el turismo y la hostelerÃa, hace presagiar lo peor para la supervivencia de muchas iniciativas empresariales de nuestro territorio. Y, sin empresas, no hay empleo; sin empleo, no hay consumo; y, sin consumo, no hay empresas... y vuelta a empezar en una espiral de recesión económica y de desempleo que asusta tanto como el virus.
Confiemos en que, esta segunda parte, no vuelva a encontrar a nuestras instituciones sin una estrategia preparada. Confiemos en que se tomen a tiempo, en el ámbito económico, las medidas que no se tomaron en el sanitario. Y confiemos, sobre todo, en que la segunda parte del huracán sea menos virulenta de lo que parece y no se acabe convirtiendo en la tormenta perfecta.