El Secretario General de la Organización de la Naciones Unidas Ban Ki-Moon, Irina Bokova, Directora General de la Unesco, y Lakhdar Brahimi, representante especial conjunto de la Organización de las Naciones Unidas y de la Liga de Estados Árabes para Siria han unido sus voces para gritar al mundo: "Alto a la destrucción del patrimonio cultural sirio".
Más de tres años de guerra a sangre fría, en los que se han contabilizado ya 191.369 victimas (según las últimas cifras de la ONU al mes de agosto) y miles de edificios y monumentos destruidos por los bombardeos y tiroteos, exigen de que ya es hora de que las autoridades sirias respeten las convenciones intern acionales que firmaron en su momento, en particular la Convención para la Protección de Bienes Culturales en caso de conflicto armado (1954), la Convención que concierne a las medidas a tomar para impedir y prohibir la importación, exportación y transferencia de propiedades ilicitas de bienes culturales (1970) y la Convención de Patrimonio Mundial de 1972.
La población civil de Siria no es la única victima de la guerra que ha lanzado el régimen en respuesta al levantamiento social (Primavera Árabe); lugares declarados por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad como Palmira, Alepo, Damasco, Bosra, las Ciudades Muertas y el Crac de los Caballeros, están siendo seriamente destruidos por los bombardeos de la aviación, los obuses de los blindados, los disparos de los morteros y los tiroteos cuerpo a cuerpo entre ambas partes.
El patrimonio histórico de uno de los paises más ricos culturalmente hablando de Oriente se ha convertido definitivamente en rehén del coflicto bélico y está empezando a sucumbir al mismo, privando a la humanidad de alguna de sus representaciones históricas más relevantes y reveladoras.
La falta de contundencia de las autoridades y el total descontrol existente en la zona ha hecho que cuatro de los lugares Patrimonio de la Humanidad se esten usando o se han transformado en campos militares; las ruinas de Palmira (siglo I), la fortaleza El Crac de los Caballeros (siglos XI y XII), las Ciudades Muertas (siglos I al VII) y la ciudad de Alepo con su ciudadela (siglo XIII) forman parte ahora de una guerra sin sentido.
Una de las ciudades más castigadas por esta guerra cruel y despiadada es Alepo, desgraciadamente las calles de la ciudad que durante siglos han sido recorridas por hititas, asirios, árabes, mongoles, mamelucos y otomanos hoy sólo la transitan y corren por ellas, soldados y rebeldes esquivando los disparos.
Su Gran Mezquita Omeya del siglo XII no ha sobrevivido al siglo XXI, gran parte de sus paredes destruidas y el minarete de mas de mil años volado por los aires.
La destrucción de un patrimonio tan valioso atenta gravemente a la identidad y a la historia del pueblo sirio y de la humanidad entera, ya que daña los fundamentos de la sociedad de una manera que prevalecerá durante años. La protección del patrimonio cultural, tanto material como inmaterial, es inseparable de la protección de la vida humana y debe formar parte de los esfuerzos humanitarios y de pacificación.
Los esfuerzos para salvaguardar el patrimonio cultural sirio han de inscribirse en acciones para poner fin a la violencia y avanzar hacia la paz; la destrucción de los vestigios del pasado despoja a las futuras generaciones de una herencia poderosa, aumenta el odio y la desesperanza e hipoteca cualquier reconciliación.
Es momento ya de que todas las instituciones mundiales lleven a Siria un mandato de cumplimiento obl igatorio que ponga fin a la destrucción y que avance en la construcción de la paz y en la protección del patrimonio de toda la humanidad.
Como reflexión final, las palabras de la Directora de la Unesco: "no hay cultura sin gente,ni sociedad sin cultura".