Por razones más sentimentales que prácticas todavía conservo un chaquetón que compré en 2002, y en cuya etiqueta interior reza "Hecho en la República Federal de Alemania".
Tardé un tiempo en caer en la cuenta de que la RFA de principios de este siglo no es la antagonista de la vieja RDA comunista, sino la resulta de la absorción de ésta por aquélla. La RFA de 2002 es la suma de la RFA y la RDA de 1989. Alemania sigue por tanto siendo un estado federal. Como los Estados Unidos de Norteamérica, los EE.UU. o USA.
En realidad, la RFA es el estado central de la que prosiblemente llegue a ser la Federación de Estados Unidos de Europa, aunque probablemente ni los húngaros no yo lo veamos. Y tengo para mí que hay una segunda semejanza entre los Estados Unidos de uno y otro lado del Atlántico, los viejos cabeza de cartel de los bandos enfrentados en la Segunda Guerra Mundial y ahora aliados motores del 'mundo libre' en la antesala de las nuevas guerras frías por vivir, sea con Rusia, sea con China, o alternativamente con ambas.
Y esa semejanza es su liderazgo internacional, que en Washington se desempeña igual si el presidente es republicano -con la excepción de Trump- o si es demócrata (véase el trato a nuestros dos últimos presidentes socialistas), y en Alemania no creo que difiera mucho de la conservadora Merkel al socialdemócrata Scholz.
Es verdad que en América o gobiernan los burros o lo hacen los elefantes, mientras que en Europa los socialistas lo mismo dirigen el país en 'gran coalición' con la derecha que se montan un 'semáforo' como el que ahora se ilumina tras la marcha de Frau Merkel, con sus tres colores, el rojo del partido de Scholz, el propio de Los Verdes, y el amarillo liberal, que aquí sería algo así como el naranja de Ciudadanos.
Y no creo que se note mucho el cambio en el marco europeo: Alemania seguirá siendo frugal, y el gabinete encabezado por el exministro de coalición de Merkel no mirará el carnet político de su ¿correligionario? Pedro Sánchez a la hora de exigir reformas a cambio de fondos.
