Hace unos
            años, nadie que acudiera a Mestalla con cierta asiduidad,
            tenía
            dudas acerca de lo que era un gilicorner.
            Se llamaba así a la forma de ejecutar los saques de esquina
            que practicaba el
            Valencia CF de aquel momento: un saque que, no aportando
            nada, dejaba perder
            fácilmente una buena oportunidad.
          En los últimos
            días, me ha venido a la memoria este término por la
            adaptación que no pocos tertulianos radiofónicos han hecho
            de él, hablando del gilimaster, identificando como
            tal a un
            título universitario que, sin aportar nada al currículum
            político del titulado,
            puede acabar convirtiéndose en una amenaza para su futuro.
          Esta semana,
            hemos visto dimitir a la ya exministra de Sanidad, Carmen
            Montón, por un caso de gilimaster.
            Estoy seguro, sin necesidad de consultarlo, que nunca nadie
            la votó, la eligió
            y, ni siquiera, le preguntó a la Sra. Montón si tenía o no
            ese título a la hora
            de nombrarla ministra o consellera de sanitat de nuestra
            Generalitat
            Valenciana. Por suerte o por desgracia,
            no hace falta tener estudios para ser ministro de España.
          La lástima es
            que, con todos los méritos que hizo Carmen Montón durante su
            etapa en la Conselleria de Sanitat para un cese fulminante,
            haciendo trizas
            nuestro sistema sanitario y multiplicando por mucho las
            listas de espera, haya
            podido encontrar una salida tan airosa como han sido las 19
            páginas de plagio que
            han acabado con su carrera política. Probablemente, su
            salida no se deba tanto
            a lo que se ha contado como a lo que quedaba por contar, de
            forma que se haya
            previsto su dimisión como cortafuegos de un escándalo mayor.
            
          Ahora falta
            que su "magnífico presidente" Sánchez, que sigue sin aclarar
            muchas cosas acerca de su tesis doctoral, implante una nueva
            vara de medir. Al
            fin y al cabo, es especialista en ello: una para los
            adversarios, otra para sus
            compañeros y una tercera para cuando son sus deditos los que
            están a punto de
            pisarse.
          En cualquier
            caso, es una lástima que nos dejemos entretener con estas
            cosas mientras, por detrás, el día a día de nuestro Gobierno
            se mueve
            rebajando, en solo 100 días, las expectativas de crecimiento
            de España,
            subiendo nuestros impuestos y condicionando nuestro futuro.
            Ya que a los
            políticos nunca les hemos exigido estudios, deberíamos
            seguir centrados en
            exigirles eficacia y eficiencia en su gestión. O sea, lo
            contrario de lo que nos
            está ofreciendo el Gobierno Sánchez.