Hace un par de meses, emÂpecé
a calcular qué hacer al dÃa siguiente de mi jubilación. Me queda muy poco y he
de estar preparado. Desde la mesa del ordenador -que es mi Cuartel General-
comencé a planificar y perfilar el proyecto. Una cosa asà no se puede hacer a
tontas y a locas; se necesita mucho cálculo y concentración. Pensé en el geÂneral
Eisenhower diseñando el desembarco de NormandÃa sobre un mapa desplegable. AsÃ
lo veÂmos en las pelÃculas: una mesa de 5 x 2 con un mapa, una regla y una escuadra
de madera, y todo el alto mando garabateando sobre ese mapa (con lápices de
colores marca Alpino), rayas, flechas y cÃrculos. En realidad lo mÃo es mucho
más importante. Sobre todo porque se decide el futuro, mejor dicho, cómo voy a
emplear ese futuro.
Estos son los primeros
proyecÂtos que esbocé:
1º/ Buscar en Internet págiÂnas
que hablen de la jubilación y entrar en algún blog, para ver lo que dicen los
demás. Seguro que de esto saco alguna idea o, por lo menos, veo cómo les va a
los otros.
2º/ Preparar el viaje de mi
vida. Ese que siempre quise hacer y nunca pude, porque se necesitaÂban más de
treinta dÃas que son las vacaciones que tengo en mi empresa. Ponerle fecha de
salida, pero no de regreso. Eso es lo que me gustarÃa de verdad: Alquilar una
caravana y largarme al Polo Norte, a Vladivostok, a Ciudad del Cabo, a Seúl. Lo
más lejos que pueda llegar con cuatro ruedas.
3º/ Meterme en la cocina
hasta saber hacer todas las comidas que hacemos en casa. Incluso alguna cosa
más complicada, y, por suÂpuesto, la paella. He de aprender a hacer paellas.
4º/ Aprender un idioma exÂtranjero,
el chino, por ejemplo, o el ruso, o quizá el árabe. Un idioÂma poco usual y con
futuro. El famoso inglés, ese que todos heÂmos pensado estudiar alguna vez, lo
dejo en stand by, como cuando apago la tele y se queda el pilotito rojo
encendido, pero sin pilotito.
5º/ Escribir mis memorias.
¿Por qué no? Todos tenemos algo interesante que contar. Además, es lo que
corresponde: Cuando eres joven escribes tu diario, desÂpués lo abandonas, y
cuando ya tienes los años suficientes, sientes el deseo de recordar y escribes
tus memorias. Lo que no me pueden negar es lo entretenido que ha de resultar.
Esta mañana he vuelto a
retoÂmar el proyecto y me he puesto a repasar cada punto. Ha sido una
decepción. Con lo claro que lo teÂnÃa…
El primero es una tonterÃa
que no me puede ayudar en nada. Cada uno es un mundo y con la cantidad de
sandeces que se dicen en un blog, iba a ser mucho peor.
En cuanto al segundo, ya
pueÂdo despedirme del viaje. Mi mujer ya me ha dicho que ella no se va de casa
tanto tiempo y además ¿qué pasa con los hijos? No, no. Imposible.
Lo del tercero, lo haré el
primer dÃa y se acabó. Lo sé. Siempre he sido un negado para la cocina y lo
seguiÂré siendo. Además mi mujer ya me ha advertido que ella no va a limpiar
todo lo que yo ensucie.
El cuarto: ¡Vaya risa!,
aprenÂder chino, y ¿para qué?
Y el quinto: ¿De verdad
habÃa pensado yo en escribir mis meÂmorias?
Ahora estoy hundido y más
deprimido que nunca. Los psicóÂlogos hablan del peligro que suÂpone la
jubilación, que si el vacÃo, que si la añoranza del trabajo, el sedentarismo,
el desánimo. ¡Qué locura! Ya lo estoy viendo: LevanÂtándome después de las diez
con cara de mal humor, deambulanÂdo por la casa con batÃn y zapaÂtillas,
discutiendo con mi mujer y sacando la basura, como hasta ahora, pero más veces
al dÃa, sólo por hacer algo…
¿Y si adoptara un perro?