El nombramiento de Rebeca Torró como secretaria de organización del PSOE constituye uno de esos golpes de efecto que puede resultar contraproducente para quien lo da (el secretario general del partido) y para quien lo recibe, la propia afectada. E incluso para la propia militancia o para quien sigue la política. El tiempo dirá.
Desconocida totalmente para los medios de comunicación nacionales -normalmente ajenos a los perfiles regionales- que siguen los intríngulis de las cúpulas de los partidos a escala estatal y semidesconocida en los autonómicos pese a su larga trayectoria en la primera (y, sobre todo, segunda) línea política, Torró, natural de Ontinyent, que ya es bastante decir por el protagonismo del municipio en la actualidad provincial en la última década, asume de nuevo un cargo en el peor momento.
Fue diputada provincial para sustituir al que había sido la persona que la impulsó en su carrera, el alcalde de Ontinyent, Jorge Rodríguez, cuando este fue sometido a un arresto y a escarnio público y de su propia formación por contrataciones en el caso Alquería. Después no dudó en impulsar candidaturas locales para competir contra su propio Pigmalión, cual Galatea que persigue a su muñidor.
Ya bajo la égida de Ximo Puig fue ascendiendo de directora general de Vivienda a consellera para sustituir al gran alter ego del president, a Arcadi España, cuando este cambió de área. Su condición de recurso para reemplazar a referentes o para acometer circunstancias internas complicadas la consolidó al ser nombrada síndica socialista en Les Corts en las primeras semanas del nuevo Consell del PP-Vox, cuando su formación había sido descabalgada del gobierno autonómico y todavía asumía que había caído a la oposición.
Y después de hacer carrera en Ontinyent y Valencia saltó a Madrid como una secretaria de Estado más en principio. Hasta que ha demostrado una vez más ese rol de relevo de urgencia en el peor momento. ¿Quién, de primera fila, quiere ser secretario de organización del PSOE o es capaz de asumir con integridad y eficacia ese cargo tan denostado en la actualidad?
Posiblemente alguien que también tuvo lo que había que demostrar para desmarcarse de su promotor, Jorge Rodríguez, e incluso de tratar de buscarle indirectamente las cosquillas políticas en Ontinyent, donde el PSOE apenas levanta cabeza desde el caso Alquería. Alguien que sabe estar en el lugar oportuno, sin quemarse por el sol y refrescada bajo la sombra, y que demuestra la lealtad, resolución y laboriosidad adecuadas a quien la requiere en el momento necesario.
La decisión queda claro que ha sido tomada en clave nacional. Si se hubiese adoptado mirando las circunstancias valencianas, y más en concreto la posibilidad de obtener la Diputación de Valencia, va en contra de cualquier posibilidad de llegar a un acuerdo con Ens Uneix, el partido con el escaño clave. Si ya les molestó y les convenció para pactar con el PP que Torró fuera nombrada síndica por Puig, qué no va a suponer ahora que haya ascendido a secretaria de organización nacional socialista. La ruptura total y futura. Torró –apellido muy de Ontinyent, por cierto, lucido por un ilustre periodista y por un futbolista de primera división, entre otros- se ha asentado como la némesis de Jorge Rodríguez, aunque ella lo ha llevado siempre con discreción pública y sin polémicas.
Ahora su nombre salta a la cúspide nacional. Su nivel de exposición –hasta la fecha reducido- se multiplica. Podría ser comparado con el caso de otra persona procedente de la Comunitat Valenciana, Leire Pajín, que también se aupó de una secretaria de Estado a la de organización del PSOE para luego ser ministra. ¿Seguirá Torró ese recorrido para su consagración política definitiva?
Pajín ascendió cuando su formación empezaba a sufrir con dureza la erosión electoral en el segundo periodo de Zapatero, mientras que la exconsellera lo hace en ese mismo tramo de declive de la marca con la suma del peor estigma que puede caer sobre un partido, el de la corrupción. Con sus dos antecesores laminados por esa causa y toda la presión pública centrada en ella. Casi como último recurso con el marcador totalmente en contra.