1991. Acababa de caer el Muro y se descomponía la URSS. Estando allí, se secuestró el diario Pravda por las autoridades de la Revolución no dejándose distribuir en los quioscos de la isla. Fue la primera vez, después pasaría algunas veces más. Ya entonces la propaganda jugaba un papel fundamental en los avatares políticos y sociales. Cuba vivía en su aislamiento continuo y continuado por las políticas de EEUU que no querían graneros comunistas a 90 millas de distancia.
Habíamos ido a trabajar. "Nadie viene a trabajar a La Habana", nos había dicho el policía revisor de pasaportes del aeropuerto. Alguien del Ministerio de Agricultura apareció de inmediato para salvar la situación y acompañarnos a la provincia de Matanzas. La empresa en la que me desempeñé como químico en mis comienzos profesionales nos había enviado a instalar maquinaria y productos para que los pomelos y las toronjas cubanas pudiesen llegar en barco a otros mercados. Era una mañana de agosto en el centro de recepción de autoridades y extranjeros de la Ciénaga de Zapata al noreste de la capital. Durante el desayuno se presentó, a tomar su primer alimento diario pues parecía también haber dormido allí, un ministro del gobierno de Fidel, ni más ni menos. Hombre mayor de piel oscura y curtida quién sabe si por las batallas que la Revolución le había hecho librar. Su saludo sonó atronador: "Me dijeron que anoche se bebieron todo el ron de Playa Girón". ¡Uff! Pero de eso hablaré otro día.
La cuestión es que mientras un buen café del lugar despejaba la nube resacosa de nuestra cabeza, derivó la conversación a un tema que casi me asustó, porque, joven que era uno, fue la primera vez que se me planteaba: "A ustedes sus gobiernos les manipulan y les dicen que lo importante es sentirse felices, y eso es un engaño, lo importante no es sentirse feliz, sino ser feliz. Y nosotros sabemos que se tiene que dar para que nuestros ciudadanos sean felices".
Gobernaba Felipe González en España. Y Fidel en Cuba, claro.
Con experiencias como esta, a mí, de verdad, algunos de los gritos de Trump, Milei o Abascal de los últimos meses me recuerdan mucho las palabras del ministro cubano y me dan el mismo miedo. ¿A ustedes no?