A los servicios sociales no se les da importancia hasta que se necesitan. Ocurre lo mismo con la sanidad pública. Mientras, son ninguneados y minusvalorados. Total, ¿a quién le importan?
Las personas que trabajamos en y por los servicios sociales somos conscientes de que tener un buen equipo de profesionales y suficientes recursos económicos marca la diferencia entre ser una sociedad ética, comprometida y responsable o una sociedad egoísta, insolidaria e individualista. Hay quienes dirán que este planteamiento resulta demasiado socialista. Sin embargo, en momentos como los actuales, cuando una emergencia sanitaria se ha convertido en una emergencia social, pregúntense: ¿qué modelo necesitamos y cómo podemos fortalecer nuestro sistema para que los derechos sociales que tenemos reconocidos sean una realidad?
El coronavirus ha irrumpido en nuestras vidas afectándonos. Nos ha recordado que todas las personas somos vulnerables, algo que ya resultaba especialmente manifiesto en casos como el de las personas mayores, en situación de dependencia, familias con escasos recursos económicos o sin hogar. Sin embargo, el contexto actual ha extendido y ha agravado dicha condición no solo para esos colectivos.
Permítanme que cierre los ojos mientras escribo esto. Me vienen a la cabeza Rosa, Isabel, Marian, Silvia, Eva, Ximo… Autónomos/as que llevan dos meses sin levantar la persiana de su pequeño negocio. O Juan, a quien le han aplicado un ERTE. O Amparo y Manuel, madre y padre de una familia monoparental/monomarental que ya antes tenía dificultades para conciliar y que, en esta nueva situación, siente un futuro mucho más incierto e inseguro. Todas son personas que, como otras tantas, se han visto afectadas en Albalat dels Sorells, mi pueblo, por una situación que no tiene culpables, pero sí muchas víctimas.
Ello me devuelve a la cuestión que planteaba al principio: los servicios sociales estaban ahí, pero no se valoraban como se merecían. El coronavirus, por desgracia, nos ha mostrado la importancia que tienen. Si no fuera así, en Albalat dels Sorells no podríamos asistir a muchas personas mayores en sus domicilios; ni ofrecer ayudas para necesidades básicas, alimentación infantil o el alquiler de la vivienda; ni tampoco responder correctamente ante la violencia de género, entre otras cosas. Acciones, todas ellas, que nos hacen, en conjunto, un municipio cada vez mejor, porque nos ayudamos mutuamente y avanzamos a la par.
Con todo, de las muchas lecciones que podemos extraer del momento que estamos viviendo, confío en que esta sea una de esas que interioricemos para no olvidarla: los servicios sociales son esenciales e imprescindibles. Cuando superemos esta crisis, espero que sus profesionales no regresen a un segundo plano, que no se vuelvan invisibles. Porque siempre estuvieron y están ahí.
Aprovecho estas líneas para daros las gracias por todo el esfuerzo y el compromiso tanto personal como profesional a quienes trabajáis en este ámbito: Ángela, Judit, Juani, Luisa, Noelia, Maika, Sergio, Susana, Inma, Susi, Teresa, Antonia, José, Lorena, Encarna, Amelia, Rosa, Elías, Carlos, Amada, Mª José, Begoña… Y al resto de profesionales de SS.SS. que os dedicáis a las personas tanto en Albalat dels Sorells como en la Mancomunitat de l'Horta Nord y en otras localidades.