Cuando me piden unas lÃneas, hay algo que cada vez me ocurre con más frecuencia, y es que el cuerpo solo me pide escribir de aquello que me 'toca la patata', que quieren que les diga, somos tipos duros con espÃritu de blandos.
Me dijeron dÃas atrás: ¿verÃas la final de la Champions? ¡Buf! Con la temporadita que nos ha dado el Valencia CF, pensé yo, qué pereza y la verdad es que la vi, pero sin verla y ¿saben por qué? Pues porque ese mismo fin de semana me di de bruces con los verdaderos valores de nuestro deporte rey. Me pasé todo el fin de semana invitado por la Fundación del Levante UD, la fundación del mismo equipo al que le hemos visto perder la categorÃa, pero desde luego no la honra, ni el respeto que me merece todo un club que me ha devuelto el valor y la esencia de un fútbol que se ha ido perdiendo.
Mi hijo, junto a una selección de compañeros y principalmente compañeras de aula fueron invitados a disputar un torneo en el Ciutat de Valencia, junto a otros siete coles de la provincia y con partidos de exhibición de los equipos para personas con discapacidad del propio Levante UD y de otro conjunto, proveniente de Mallorca.
Y ese finde viendo jugar a los niños y niñas, compitiendo en armonÃa, ilusionados por pisar un campo que espero pronto vuelva a ser de Primera, viendo las caras de sus padres, la motivación de voluntarios y miembros de la Fundación, las ganas de las selecciones de los dos equipos tan especiales que coincidieron con los más pequeños y la confraternización entre los coles, ataviados para el torneo con las equipaciones de selecciones internacionales, gentileza de la organización, claro que volvà a ver los verdaderos valores de un deporte del que nos vienen privando los Tebas, Rubiales, Meritones, CatarÃes o piratas varios. El de aquel fin de semana fue un espectáculo mayor que el de cualquier Champions. Al final son las cosas pequeñas las que más nos llegan, créanme.