Hayciertos niveles, tonos, tesituras y exhortaciones con los que no se vende hoy una escoba; y no por falta de mérito, sino quizá por todo lo contrario. Sólo quiero subrayar el hecho para que nadie se haga ilusiones a corto plazo. Alberto Núñez, por ejemplo, menciona estos dÃas el sentido común, la nobleza, el rigor, los principios, el espÃritu crÃtico y la moral, que son, sÃ, las cosas que hacen falta, pero que, como conceptos o nociones, no llegan al grueso de la sociedad porque la sociedad en grueso está volviéndose inepta para determinados niveles de abstracción.
La polÃtica de principios o los principios en la polÃtica son, de momento y por desgracia, entidades arrinconadas, traspapeladas y como desfasadas. Ahora prima y campa el parlamentarismo de feria, la consigna estridente y vocinglera, el slogan de bocina, de pitido, de petardo. Las masas, embrutecidas por lo que sale de los teléfonos móviles, no atienden al debate polÃtico. Los ojos y los cerebros del populacho están llenos, rellenos, a reventar de gatitos, leones, monos y batacazos -banalidades-; y de ordinarieces, impudicias y pornografÃas -venenos-. La polÃtica, por tanto, le queda muy lejos. Y más lejos aún si tiene -la polÃtica- vislumbres o pretensiones de alguna elevación. El grueso de la sociedad -el que hace falta para ganar unas elecciones- no está, por ahora, para principios y moralidades, para integridades y sutilezas.
Feijóo quiere despertar una mirada crÃtica y una dimensión intelectual que, como cualidades generales, colectivas, extendidas, tardarán en volver si es que vuelven. Persigue una utopÃa, una ensoñación, una pera en el olmo, un aula en silencio. Porque sufre la chusma una situación similar a la que sufren los colegios, donde los padres anteponen su capricho a la formación de sus hijos; de modo que se lleva el voto quien satisface lo inmediato, sin otras perspectivas, alturas ni zarandajas. Y ahÃ, en ese caladero, en ese banco de alienados, en esa gusanera enloquecida por confusa, en ese torbellino de chiflados hace la izquierda la pesca del siglo.
Sabe que ponderar la reflexión, la dignidad, lo grande y lo excelso, en los tiempos que corren, a los embobados de las pantallas, vale tanto como hablarles en élfico. Por eso lo de Feijóo, lo de la derecha, las derechas o los centros es un caso de ingenuidad pura, cuando no de miopÃa. No va la cosa de argumentar, demostrar o convencer, sino de presentar espejismos, fantasmas y estantiguas; de halagar los bajos instintos y de insultar las inteligencias. Está el vulgo hecho tolvanera de obtusos, convención de perrosordos y bacanal de mastuerzos que huyen de sà mismos en todas las direcciones equivocadas. No se ve otra cosa en los trenes, las salas de espera, los parques, las bibliotecas, las playas, las montañas, los conciertos, las tiendas, los autobuses, los aviones y los coches particulares: prójimos alelados, pasmados, zombificados e hipnotizados, encadenados a una pantalla que vomita chorradas, adictos al encefalograma plano, carne de ansiedades, depresiones y manipulaciones. Y la derecha quiere sacarles el voto hablándoles de moral, de regeneración y de honestidad.
Cuesta ser optimista. Por aquello de las perlas y los cerdos. Sigue habiendo gente sensible a la metafÃsica polÃtica, pero escasea tanto que ya no puede articular mayorÃas. De ahà el poco daño que hace a la izquierda la desorbitada cifra de presuntas corruptelas, la evidente ineficacia gestora y el mal funcionamiento crónico del paÃs entero. La población -es un hecho- se cerdifica, se porciniza, se amarrana, por lo que las perlas conceptuales, de momento, venden poco. La cúpula del trueno lo sabe, y obra en consecuencia. Seguirá dos años más, y después ganará las elecciones. Porque mientras la oposición pide altura -y es bueno que la pida-, el resto echa cáscaras, mondas y pan duro a la pocilga, nutre al gorrino, del que todo se aprovecha. Sólo quiero ponerlo de manifiesto por si ayuda; por si se vende una escoba más; o algún paraguas, aunque sea para el sol.