QuerÃa
aprovechar este artÃculo,
en el último número de El Periódico de Aquà en 2018, para
reflexionar sobre lo
que ha sido este año o aventurarme en una previsión de lo que
puede traernos el
próximo. Sin embargo, una vez más, la realidad ha tenido más
fuerza que aquello
que tenÃa planificado.
Otra
vez, la sinrazón se ha
llevado por delante una vida joven con todo por vivir. Otra
más y van ya
demasiadas. Otra vez, en medio del dolor y la indignación,
volveremos a
escuchar la consabida frase de que no debemos legislar en
caliente. Yo ya no sé
si hablo en caliente o en frÃo, o si no puedo hablar en frÃo
porque la sucesión
de este tipo de noticias no nos permite dejar de estar nunca
en caliente, pero
son ya demasiados los casos que nos demuestran que nuestro
sistema penal es
injusto, desproporcionado e ineficiente. Y, obviamente, no lo
digo en favor de
los delincuentes sino para los ciudadanos que no podemos vivir
seguros ante
amenazas tan serias que resultan, luego, tan baratas.
Que
un monstruo condenado por
asesinato, por intento de violación, con una pena cumplida
(pero rebajada en
cinco años sobre los que la condena señalaba) haya podido
cometer una atrocidad
de este tipo es una muestra evidente de que algo no estamos
haciendo bien. ¿Qué
hacÃa este individuo en la calle? ¿Por qué el Código Penal no
impide que estas
personas queden en libertad y puedan volver a delinquir?
La
última propuesta del Gobierno
de modificar el Código Penal para que los presos que ya hayan
cumplido condena
estén vigilados me suena tan inconstitucional como imposible.
Por un lado,
quien ya haya pasado cuentas con la Justicia, no tiene por qué
estar vigilado
y, si esto debiese ser asÃ, es porque ya estamos reconociendo,
implÃcitamente,
que nuestro Código Penal no es válido. Pero, además, ¿cómo se
les va a vigilar?
¿Cuántos efectivos, de los que no tenemos, hay que destinar a
esta labor?
Nuestra
sociedad, los polÃticos y
los ciudadanos, debemos reflexionar muy en serio sobre la
deriva a la que
estamos llegando. Asesinatos como el de Laura ha habido
siempre, es cierto,
pero si seguimos siendo incapaces de evitarlos es porque no
somos eficientes a la
hora de legislar y, repito, me da igual en caliente que en
frio, pero sà que
exijo que sea en serio.
Probablemente,
pocos, o ninguno,
pensaremos en Laura o en su familia esta Nochebuena, pero no
debemos permitir
que ese debate vuelva a quedar en el cuarto oscuro. Que esa
familia, como
tantas otras, no vaya a celebrar la Navidad y que ya ninguna
Navidad vuelva a
ser como antes, debe obligarnos a pensar que un buen propósito
para el nuevo
año debe ser hacer una sociedad mejor, más justa y, sobre
todo, más segura. Intentémoslo.
Feliz Navidad