Termina el año 2010. Finaliza uno de los peores que se recuerdan. Acaba un año para el olvido. 2010 pasará a la historia en España como el año en el que el paro llegó a casi 5 millones de personas; se congelaron pensiones y sueldos de los funcionarios; se hizo una reforma laboral que no ha servido para generar empleo o repartir el poco que hay, sino para calmar los ánimos de los mercados internacionales, lo cual sabe a poco o a nada; y el año en el que nos dijeron que tendremos que trabajar hasta los 67 años para salvar el sistema de pensiones, pero para retrasar la incorporación al mercado laboral de los jóvenes.
Concluye un año en el que el desconcierto se ha apoderado de la sociedad en general, de los trabajadores, de los parados, de los empresarios. ¿Ha pasado ya lo peor? nos preguntamos a diario. Queremos pensar que sÃ, pero nos tememos que no.
TodavÃa no sabemos por qué España es el paÃs, entre los desarrollados, que peor lo está pasando. Nos cuentan que a la crisis mundial se ha unido la explosión de la burbuja inmobiliaria y que nos urgÃa acometer una serie de reformas estructurales, en definitiva, trabajar más años, cobrar menos y perder derechos históricos
Pero, ¿quién es el culpable de este desaguisado? Y, sin embargo, ¿quién paga los platos rotos? La sociedad.
La globalización y la avaricia del sistema capitalista han hundido el Estado del Bienestar como lo conocÃamos hasta ahora. En España, además, tenemos nuestros talones de aquiles particulares: poca productividad, una clase polÃtica que deja mucho que desear y un sistema bancario torpe y egoÃsta que ha acabado por asfixiar a pymes y familias.
Finaliza el 2010. Ésta es la buena noticia.