PABLO GARCÍA MEDRANODías. En pocas ocasiones una
palabra remueve tantas emociones, inquietudes o sentimientos encontrados. Al
menos, es lo que para mí representa el tiempo que queda para la que,
probablemente, sea una de las citas más importante de los españoles en democracia.
Pensaba en ello en un momento en el que, como un barrido fugaz, me venían a la
mente distintas imágenes, palabras y momentos vividos en España en un periodo
reciente. Y me preguntaba: ¿buenos, malos, pésimos? Sí, efectivamente, de todo
un poco. Grotescos, incluso, si ahondamos en un terreno político donde el frankenstein gobernante de los últimos
10 meses ha sido el trampolín de propuestas en las que, el sinsentido, ha sido
el principal actor.
Y, puesto que, precisamente,
es mi intención que esos momentos prósperos sean los que prevalezcan, como ya
hice en 2015 y 2016, me presento, por tercera vez, como cabeza de lista del
grupo Ciudadanos al Senado por Valencia. En definitiva, para dar voz a todos
aquellos que velan por la moderación, el sentido común y una política útil que
permita mejorar y hacer más sencilla la vida de las personas, haciendo de la
corrupción un recuerdo difuso y, de la imposición, un proyecto fallido.
Así, mi tercera candidatura se
une a los tres pilares fundamentales con los que pretendo defender la igualdad,
la solidaridad y la justicia entre los ciudadanos. Tres conceptos que deberían
ser intrínsecos en una sociedad con vistas a un futuro próspero y moderno, pero
que han brillado por la ausencia de la razón de un bipartidismo ya caduco. Y
hablo de igualdad porque, precisamente, Ciudadanos nació en Cataluña hace 14
años para asegurar que ningún español esté por encima de la ley, frente a las
constantes amenazas de nacionalistas e independentistas alentados durante
tantos años por PP y PSOE, en sendos gobiernos en los que han mirado hacia otro
lado. Y mucho menos si el actual cobija en casa al propio monstruo de la mano
de Unidos Podemos, ERC, PDeCAT, Convergència y PNV. Quizás por eso seamos hoy
el partido más votado en Cataluña y el único capaz de lograr la convivencia
social, la unidad, y evitar esa diferencia entre lo que parecen ser ciudadanos
de primera y de segunda, según el lazo que lleves.
Sin embargo, ¿a quién le
extraña que la solidaridad entre unos y otros sea una especie de utopía? La
propia financiación autonómica refleja claramente los vaivenes de los intereses
políticos en función de aquello de “si tú me apoyas, yo te doy”. De ahí, sin ir
muy lejos, el cuponazo vasco de 1.300 millones de euros anuales que, por
cierto, subscribió el Partido Popular, con Ciudadanos como el único partido en
votar en contra. La financiación justa para todas las comunidades autónomas
será una medida por la que comencemos a elaborar los cimientos de lo que debe y
debería haber sido siempre España: igualitaria en cada territorio.
No obstante, no encontramos
más definición a la injusticia que la protagonizada hace unos días con la
aprobación de la Ley de Abusos Policiales que pretende, nada menos, equiparar
supuestos actos de la Guardia Civil durante 1979 y 1999 con los asesinatos
generados por la banda terrorista ETA. PNV fue el primero en apretar el botón
para su puesta en marcha, con la cómplice abstención de Eh Bildu y Podemos, en
su intento rutinario de blanqueo del entorno a la organización criminal. Lo que
resulta aberrante es que sea el PSOE vasco quien haya dado el sí también en
este retrato de la vergüenza, que no hace otra cosa más que denigrar a víctimas
y desprestigiar a policías y guardias civiles, por cierto, foco en el gatillo
hace tan solo unos años de los compañeros de terroristas como Otegi.
Les puedo asegurar que
Ciudadanos por justicia siempre tenderá la mano a las víctimas y, como siempre
ha demostrado, defenderá la labor de los cuerpos de seguridad y defensa del
Estado. Igualdad, solidaridad y justicia, una tercera oportunidad y tres
motivos para cambiar España.
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