Susana Gisbert. EPDADice el refrán que “año de nieves, año de bienes”. Y, en un tiempo en que necesitamos de bienes como nunca, es el magro consuelo que nos queda para este desastre congelado llamado Filomena.
No sé si habíamos puesto demasiadas expectativas en el nuevo año, pero se está luciendo. Aún no había cumplido diez días y ya nos las hemos visto con un temporal de frío y nieve como no se recordaba desde hace décadas, con unas cifras de contagios del maldito coronavirus como no se veían desde principios de la pandemia, y con un asalto al Capitolio como no se había visto nunca.
Parece que el nuevo año está empeñado en ser un año de récord. Y no es que esté mal, pero hay récords en otras muchas otras cosas que no evocan directamente a la palabra “tragedia”.
El primero de los récords que más nos gustarían es el de las cifras de vacunación, y lograr así la más rápida inmunidad de rebaño posible, o como quiera que se llame el fin de la pandemia y de sus consecuencias de mascarillas, restricciones y crisis. Habrá que ir poniéndose el dorsal, a ver si hacemos un sprint y alcanzamos los puestos de cabeza lo más veloz posible.
Pero no son los únicos récords a los que podemos aspirar. A mí me encantaría que, por culpa de la situación -o gracias a ella-, se alcanzaran cantidades enormes de personas que leen, que escriben y que compran libros. Porque los libros son, a día de hoy, casi la única forma de viajar que tenemos.
También me gustaría que tuviéramos cifras de récord en solidaridad y buenas acciones, ahora que tanto se necesitan. Me consta que somos un pueblo solidario, pero ojalá todo lo que estamos pasando nos sirva para espolear esa solidaridad y no la ahogue bajo tres palmos de nieve. Una nieve como la que se padece en muchos lugares donde no se puede pagar una calefacción que palíe sus efectos.
Y, como soñar es gratis, también me gustaría que tuviéramos cifras récord de comportamientos cívicos. Que se acabaran las fiestas clandestinas y la picaresca de saltarse las normas para llegar a esa situación donde las multas no fueran necesarias porque no hubiera comportamientos que sancionar. Nunca fue tan fácil arrimar el hombro como ahora, basta con no hacer nada más allá de lo imprescindible.
Las nieves ya están aquí, desde luego. Los bienes, los esperamos con ansia. Que no tarden en llegar no vayan a encontrarnos tiritando.
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