Antonio Llombart. FOTO VICENTE RUPÉREZAlgunas veces los periodistas tenemos la suerte de entrevistar a una personalidad. Y, en estas ocasiones, tememos que nuestro trabajo no refleje la amplitud del personaje. Preside el patronato de la Fundación del Instituto Valenciano de Oncología (IVO) que fundó su padre. Fue decano de la Facultad de Medicina, presidente de la Real Academia de Medicina, de la Sociedad Española de Anatomía Patológica, de la Academia Internacional de Patología y de la Sociedad Europea de Anatomía Patológica. Es catedrático emérito de esta misma especialidad. Un currículum en el que no le cabe nada más y que mantiene intacta su humildad. Baja personalmente a recibirnos a Vicente Rupérez, mi compañero gráfico, y a mí misma al hall de la Facultad de Medicina donde ha impartido clases durante 47 años.
Escucha con atención, cariño y empatía mi relato, muy emocionado, de cómo superé un cáncer de mama. Seguramente porque lo ha conocido de manera directa en su mujer: “No es lo mismo ser médico que ser familiar o padecerlo directamente. El profesional ha de ser bueno pero también humano para que se ponga en tu lugar”. Lanza un dato para la esperanza: veremos curar el cáncer.
Reclama una mayor inversión en los centros de salud, aunque políticamente no vista y sueldos y condiciones laborales estables para los recién formados. A sus colegas facultativos les recuerda que la técnica no debe superar la humanización.
Defiende una medicina más preventiva que curativa y advierte de los riesgos de la sostenibilidad del sistema: “El país no va a poder mantener el gasto actual y hablo de esta misma legislatura”. Y añade: “El consumo alegre e indiscriminado para todos de todo no es sostenible y no lo hace ningún país”.
Una hora y media después de radiografiar a una leyenda viva de la medicina valenciana, vuelve a salir al ascensor para despedirnos con la misma bata blanca que sigue poniéndose todos los días para dirigir tesis y compartir trabajos de investigación con equipos médicos del Clínico, la Fe y el IVO.
¿Qué empuja a una persona jubilada a ponerse una bata diariamente para ir a trabajar?
Quizás sea la costumbre y sobre todo, la ilusión, gracias a tener buena salud. El trabajo cuando se hace a gusto es un hobby y eso es lo que hace que aunque esté administrativamente jubilado, mentalmente siga en activo. La jubilación te permite trabajar en lo que te gusta y dejas de lado lo que era una losa en tu terreno profesional.
Sigo dirigiendo tesis y haciendo trabajos de investigación con personas del Clínico, el Ivo y la Fe, sobre todo centrados en tumores infantiles y sarcomas de hueso y partes blandas. Me sirve para estimular a la gente joven y, a la vez, ellos me estimulan a mí. Así lucho contra el envejecimiento. Es como el ejercicio físico: las neuronas se reactivan y se automantienen y uno permanece joven, dentro de la tercera edad.
¿Cuántos años lleva en la Facultad de Medicina?
Con tiempos parciales, desde que me licencié en 1959. Hice un Erasmus precoz en Alemania, con 3 años de investigación, otro año más en Inglaterra y otro en Francia. La Facultad de Medicina en la que yo me formé, en Guillem de Castro en los años 50, era muy rudimentaria con medios muy pobres en la España que salía de la guerra pero se hacía una medicina muy humana aunque limitada. Hoy se desarrolla una medicina muy tecnológica pero, por desgracia, no domina la figura del médico como padre y casi como confesor. Hoy es la máquina la que se impone y esta tecnificación es la que está dañando a la medicina. Hay que hacérselo ver al estudiante pero es difícil. Actualmente el médico de familia está dejado de lado, cuando es esencial.
Su especialidad, la Anatomía Patológica, guarda una estrecha relación con la Oncología. ¿Debe curar y cuidar?
Ambas cosas. Los enfermos que no se curan han de ser cuidados en las mejores condiciones posibles. La humanización debe estar por delante de la tecnificación porque llega un momento en que no se puede hacer más. El facultativo ha de mantener este balance dentro de una ética profesional. Es complicado porque a veces se está sobrepasado y entramos en la deshumanización. Siempre se debe contar el enfermo, más allá del cáncer propiamente dicho, porque la enfermedad lleva aparejados muchos más problemas.
¿La asistencia primaria es esencial?
Curar el cáncer es muy importante pero mucho más lo es prevenirlo. Se puede lograr en un 30% de los casos, y diagnosticarlo precozmente, en otro 30%. Nos quedaría otro 30% en el que entraría la técnica. Y luego es verdad que la naturaleza humana está llena de sorpresas. ¿Quién nos iba a decir que Casillas iba a tener un infarto con 38 años y siendo deportista? Ahí está el desconocimiento que constituye la fisiología humana y contra eso, nunca pondremos luchar.
¿Por qué no se invierte en los centros de salud?
La especialidad de médico de familia no se ha revalorizado en su justo nivel, porque se considera que es donde han de ir los que no sirven para otras especialidades. La Administración se ha cegado en la medicina curativa y no en la preventiva. En España tenemos una buena medicina curativa, con los grandes hospitales que visten mucho con los últimos aparatos carísimos, que sólo sirven para curar pero no para prevenir. Invertir en los ambulatorios no es tan vistoso.
¿Hay una mala planificación en la formación?
Sí, porque se está dando la paradoja que formamos personas que no rinden para el país porque se van. Estamos exportando médicos, por los salarios pobres y por unas condiciones de inestabilidad profesional muy importantes. Se van, por ejemplo, a Portugal con mejores retribuciones.
¿El sistema está colapsado?
La sanidad pública está llegando al tope. El país no va a poder mantener el gasto actual y hablo de esta misma legislatura. Pero el sistema es tan monstruoso y complejo que es como los grandes barcos, que tardan mucho en hundirse y se pueden reparar pero hay que tener conciencia de que se ha de solucionar. Las inversiones deben ser más eficientes, potenciando la figura de los médicos de familia y los buenos hábitos entre los adolescentes.
¿La sanidad universal se puede aplicar con ligereza?
Vaya por delante que soy defensor de la sanidad universal pero el concepto hay que medirlo. No son caramelos para todos ni trasplantes para todos ni tratamientos con las últimas técnicas oncológicas, como las células Cart o la inmunoterapia, para todos. Hay que ver en qué medida se puede gastar racionalmente y esto es muy complicado. Desde el punto de vista político se puede vender muy bien pero el consumo alegre e indiscriminado para todos de todo no es sostenible y no lo hace ningún país. Tenemos una sanidad magnífica porque aquí nadie se arruina para poderse tratar pero esto puede llegar y ya se vivió en España en los años 50.
¿Cómo es posible que vuelva a incrementarse el consumo de tabaco?
El problema es que sube en la mujer, sobre todo durante la adolescencia. Estamos ante un cambio de modelo de sociedad de una manera muy rápida. La incorporación de la mujer al ámbito laboral y la igualdad entre ambos sexos, que hacían falta, están teniendo sus repercusiones negativas, como la disminución de la natalidad y el consumo de alcohol, tabaco y drogas que sobrepasa a los varones.
¿Producirá en un futuro un aumento del cáncer?
Lo está haciendo por factores externos porque los genes no cambian ni en una ni en dos generaciones y aquí en la Comunitat Valenciana tenemos 3.000 ó 4.000 cánceres más que en el año 2000. Se diagnostican mejor y vivimos más tiempo pero también hay cánceres en personas jóvenes y ahí está pasando algo y es que nuestros hábitos están modificándose.
¿Veremos que el cáncer se cura?
Sí. Tenemos 200 tipos diferentes. Es imposible meter todo en el mismo cesto y dentro de ellos, unos los controlamos ya y los curamos y en otros casos, logramos mantener a los enfermos vivos durante muchos años. Ahora estamos permitiendo que las personas que tienen un cáncer puedan desarrollar su vida con normalidad y en esto es fundamental la humanización de la oncología. En España viven alrededor de 2 millones de personas que han tenido o tienen la enfermedad, muchos curados y otros casi curados, y esto es un gran avance de la medicina.
Su mujer ha superado un cáncer. ¿Convivir con la enfermedad familiarmente cambia la perspectiva?
Totalmente. No es lo mismo ser médico que ser familiar o padecerlo directamente. El profesional ha de ser bueno pero también humano para que se ponga en tu lugar. Yo he aprendido mucho de ello y todavía estamos con la espada de Damocles encima porque hace cuatro años que se trató y está dentro de este grupo de enfermas que no están técnicamente curadas. Lo están a los 5 años.
¿El enfermo tiene miedo a morirse?
Todos lo tenemos. Sabemos que va a llegar pero cerramos los ojos. Es humano. La muerte hay que aceptarla. A lo largo de mi vida profesional habré hecho 5.000 ó 6.000 autopsias y te da otra perspectiva desde el aspecto humano. He visto niños fallecidos, mujeres muertas en cesáreas, ancianos…
Aunque yo no veo enfermos pero he conocido personas que han venido aquí para entender su diagnóstico y tengo recuerdos sobre todo de gente joven. Recuerdo al hijo de unas personas de mucha posición en Valencia, que lloraba porque no quería morirse, se fue al Memorial pero no pudo superar la enfermedad. Esto desgarra el corazón.
¿La medicina de EEUU es mejor que la española?
El estándar no pero hay centros muy especializados que hacen las cosas muy bien aunque uno lo primero que debe hacer es poner la tarjeta de crédito para que lo traten y hablamos de 200.000-300.000 dólares. EEUU no es garantía de supervivencia.
¿De dónde surge la idea de hacer un IVO?
El IVO nació para que los enfermos tuvieran un sitio donde poder morirse. Entonces hacíamos tratamiento domiciliario. Mi hermano Manolo iba como médico a las casas a tratar a los pacientes terminales. La evolución de la medicina ha sido brutal.
Mi padre, aunque fue patólogo, tuvo una visión oncológica. Fue primero patólogo en San Sebastián, donde nacimos mis hermanos y yo. Y allí siguió con la idea de hacer un hospital oncológico, como lo había conocido en Francia, y crearon el Instituto Radioquirúrgico para cirugía y radioterapia. Consiguieron convencer a la caja de ahorros para que lo subvencionara. Y este hospital empezó a funcionar en 1935 y luego en Valencia puso en marcha la lucha contra el cáncer. Convenció a Tomás Trénor, el entonces alcalde, y a otras personas de la sociedad valenciana, como Attard, Duato o Maldonado, y fue la Caja de Ahorros la que les dio un crédito, y unidos a la Asociación Española contra el Cáncer, pusieron en marcha un hospital, el IVO, con 40 millones de pesetas.
El IVO ha cambiado mucho.
Mi padre estaría entusiasmado aunque le habría gustado que hubiera más investigación porque es muy clínico, sobre todo por la falta de inversiones. Él conoció el edificio redondo, luego hicimos la pastilla y finalmente construimos las nuevas estructuras.
Y ha superado una crisis política grave.
A nivel personal estoy contento con el resultado de las elecciones, porque el nuevo gobierno va a dar estabilidad, sobre todo si Ximo Puig tiene la suficiente energía para lograr la financiación que necesitamos. No creo que el IVO vaya a tener ningún problema porque socialmente se están haciendo las cosas bien, aunque siempre trataremos de mejorar, y políticamente se nos está ayudando. Es una institución 100% valenciana y quienes estamos allí, trabajamos de manera altruista. Podría ser un buen modelo para la sanidad público-privada, no sólo desde una óptica oncológica sino también con hospitales paralelos sin los beneficios desmesurados que pueden condicionar la asistencia. Lo que es evidente es que el dinamismo es mayor. En un hospital público, hay lentitud de movimientos. La ventaja en uno como el IVO es la rapidez y la humanidad. Los grandes hospitales como la Fe son referentes indudablemente pero, a la vez, monstruos y el enfermo se siente retraído en un mundo donde todo es maquinaria.
¿El IVO tiene ideología?
Hemos procurado que no. Nosotros no miramos ni credo ni raza ni ideario político.
Pero su sobrino, Manuel Llombart, fue conseller de Sanidad en el último gobierno del PP y eso pudo generar problemas.
Hizo esa apuesta porque pensó que era la mejor pero tuvo también sus aspectos negativos. Es difícil juzgar a las personas. Durante su mandato, Asunción Perales fue una excelente gerente de la que guardo un buen recuerdo aunque el planteamiento de ella con Manu no fue fluido y ella volvió a su trabajo en la Fe. Quienes estamos en el patronato nunca hemos querido adoptar una postura partidista.
Una parte importante de la plantilla del IVO está jubilándose. ¿Obliga a revisarse el modelo y las personas?
Sí. Hay que insistir más en la medicina preventiva, en cáncer de pulmón, mama, colon y piel. En pulmón no hay cribados poblacionales pero sí diagnósticos en personas de riesgo, con más de 20 años fumadores de hábito tabáquico de más de una cajetilla diaria. Se desarrolla desde la calle de la Estrella. Y con el melanoma hacemos un programa poblacional: educarla en el riesgo de irradiación solar y explorar con un dermatólogo.
Antonio Llombart es padre de dos hijos médicos.
Así es. El mayor y la pequeña. Antonio, que es oncólogo, y Beatriz, dermatóloga. Y tengo dos más, que son el gerente de la Asociación Española contra el Cáncer y una hija que es la embajadora de la UE en Colombia. Mi hijo Antonio es un crack y es una personalidad reconocida en España en tumores de mama y Beatriz es una mujer de una tremenda energía, que trabaja en el IVO como dermatóloga y es vicepresidenta de la Academia Española de Dermatología.
¿Han mejorado a sus antecesores?
Cada uno en su terreno, desde luego. A mi hijo procuro seguirlo porque el cáncer de mama me interesa mucho. Los avances que se están produciendo son espectaculares y da envidia no poder estar metido de lleno.
¿Antonio Llombart es la institución de la Facultad de Medicina de la Universitat de València?
(Risas) Porque soy el más viejo. Fui 8 años decano. Agradezco que mis compañeros me hayan respetado este despacho que era el de director de departamento y el de mi padre también. Ésta es mi casa.
Yo conocí una época a finales de los 70 en que teníamos por curso 1.400 alumnos y dábamos las clases en el Aula Magna, donde las repetíamos tres veces. Todos aquellos médicos se han colocado. Luego se pusieron los números clausus, hemos rebajado a un tercio de alumnos por curso y hay problemas para emplearlos. Están mal pagados, con horarios absurdos y no sé cómo hemos conseguido hacerlo tan complicado y tan mal.
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