Salvador Puigdengolas./ EPDAPalabra que oímos en boca de políticos y tertulianos, y que consiste en gravar importaciones como barrera comercial que, visto en aspecto negativo, están destinados a reducir el intercambio de bienes o servicios entre países.
Y es que, a pesar del sentido negativo que se le quiere dar, no debemos ser ajenos que, en la Unión Europea – UE-, un 13,7 % de su presupuesto es origen de ese mecanismo puesto que el 75 % de los aranceles recaudados se destinan a su presupuesto.
UE que los endulza en base a acuerdos comerciales con terceros países de reducción/eliminación de aranceles a fin de “facilitar” el comercio, así como compromisos más amplios referentes a servicios, inversiones, contratación pública, competencia, cuestiones reglamentarias, desarrollo sostenible, …, encontrándose, en vigor y en la UE, 44 acuerdos con más de 70 países y regiones.
Por tanto, desde un aspecto económico, a través de aranceles no sólo se tiene el objetivo de obtener fuente de ingresos, sino que, además y por determinados países, como EEUU, desde un aspecto comercial, han sido impuestos para “proteger” sectores (primario, secundario e, indirecta o directamente, al terciario), empresas, personas trabajadoras y productos locales frente a competencia externa, y más cuando el actual comercio internacional no es reflejo de una situación equilibrada y real de libre intercambio entre empresas, en igualdad de condiciones, según especialización y ventaja comparativa, respectivamente, sino que está distorsionado por prácticas proteccionistas, subvenciones estatales, inseguridad jurídica y manipulación monetaria de unos países frente a otros, como la que nos encontramos con China y sus políticas, con el que la UE ha tenido, durante mucho tiempo y con ese país, un déficit comercial que ascendió a 305.800 millones EUR en 2024, superando el déficit de 297 .00 millones EUR del 2023.
Políticas que, por derivada, afectan a sectores nucleares de nuestra economía: el tecnológico y el industrial y, dentro de este y en particular, el de la automoción. Sector nuclear en la UE y en España en especial, que está conllevando pérdidas económicas a empresas, con la consiguiente pérdida de centros de producción y puestos de trabajo, por competencia atroz de vehículos importados de China, y es que las empresas de la UE no sólo siguen siendo objeto de discriminación en ese mercado objetivo (en gran medida, cerrado en muchos sectores importantes para empresas europeas), sino que, además y en el mercado de la UE, les es difícil competir en precio con marcas chinas por falta de igualdad de condiciones en costes de producción por subvenciones estatales en toda la cadena de suministro, desde la extracción de materias primas hasta la producción de células de baterías, fabricación de coches y servicios de transporte necesarios para llevar la maquinaria y vehículos a los puertos de la UE, habiéndose alcanzado el 55% del total de bienes manufacturados que son el 96,7 % de las importaciones totales procedentes de China.
Y es que, mientras haya desigualdad en políticas, cumplimiento de normas y de condiciones, según especialización y ventaja comparativa, los aranceles se muestran como una llave con las que impartir “justicia comercial” en el libre mercado.
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