SUSANA GISBERT /EPDA Cuando estas líneas salgan a la luz, ya habremos hecho el cambio de hora “bueno”, el que nos devuelve la luz y nos anticipa que el verano ya está cerca, con su calorcito y sus vacaciones.
Año tras año vivimos esos dos momentos, aquel en que la oscuridad va cubriendo gran parte del día y este, el contrario, el que nos quita una hora de sueño, pero nos promete mucho más. Y año tras año, aunque llevemos así viviéndolo siempre, cuesta acostumbrarse.
Ya hace tiempo que se habló de acabar con esta práctica, y parece que, si nadie establece lo contrario, eso ocurrirá, pero en 2026, según oigo en el informativo. Y la verdad es que, aunque seguro que hay muy fundades razones para demorar la cosa, yo no lo acabo de entender. Si ya está decidido derogar esta práctica ¿por qué esperar dos años para hacerla la realidad?
Pero no nos hagamos mala sangre, que ha llegado la primavera. Y la luz del día, que cada día le come más terreno a la oscuridad, no es más que el anuncio de ese tiempo. Aprovechemos para sacudirnos todos los malos humores y toda la tristeza que sea posible y salgamos a la calle a celebrarlo.
Por supuesto que el hecho de tener más horas de sol no cambia la situación que cada cual se ve obligado a vivir. No se lleva las crisis, ni el paro, ni las guerras, ni las desigualdades, ya nos gustaría. Pero nos puede ayudar a ver estas cosas y, si nos toca, a afrontarlas de otro modo, que no es poca cosa.
Tenemos la inmensa fortuna de vivir en un lugar donde el sol cada mañana brilla más, como diría el llorado Nino Bravo. Utilicémoslo para darnos un chute de energía y de optimismo, que tanta falta nos hace. La luz del sol es una vacuna para la que no hay que tener cartilla sanitaria, ni hacer cola y cuya receta la puede expedir cualquiera. Y, además, si tiene efectos secundarios, seguro que son buenos.
Nos hará falta.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia