Laura Casans.
Vuelvo a primera línea de la
política local y, al tomar posesión del cargo como concejala del
Ayuntamiento de Sagunto, me doy cuenta de lo mucho que ha cambiado
esto de la política y la forma de entenderla en los últimos años.
Debe ser que yo pertenezco a “la vieja política” frente a esa
“nueva ola”.
Cuando, allá por el 2011,
decidí dar un paso hacia adelante y dedicar mi tiempo, mi esfuerzo y
mi trabajo a realizar esta labor, tan necesaria y tan poco entendida,
lo hice desde el punto de vista temporal y sin prejuicios. Dos
razones importantes para que esta tarea se realice con la necesaria
ilusión, clave en todas las facetas de la vida y sin ella los retos
que uno se plantea no se disfrutan ni se consiguen de la misma forma.
El sentir que el objetivo
debe ser común frente a los posicionamientos estrictos, ya no
existe. La consecución del bien general es un sucedáneo y se
plantea otra forma de hacer política más agresiva y sin
miramientos, cuando las personas deberíamos estar por encima de
algunos ideales y de algunas ideas.
En el 2013 escribí un
artículo de opinión defendiendo a los políticos locales y la
práctica de la política “en mayúsculas”. Con ese artículo no
pretendía dar lecciones a nadie, tampoco con este (Dios me libre),
pero mi intención si era iniciar una reflexión sobre los políticos
locales, las miles de personas de este país que nos dedicamos a
servir en nuestros pueblos y ciudades, y lo hacemos sin pensar en
beneficios ocultos ni compensaciones banales. Debemos ser “raros”
y en muchas ocasiones anteponemos esta faceta de nuestras vidas a
otras como puede ser la profesión de cada uno, las amistades y en
ocasiones, más de las necesarias, la familia.
Defiendo que las cosas
evolucionan pero no siempre lo hacen en la buena dirección. El buen
camino iniciado en el 78, con la Constitución, se ve comprometido
por ciertas acciones, que lejos de corregir la dirección emprendida
se dedican a dilapidarla.
Cierro esta reflexión con
palabras de un grande en esto de la política, el presidente Adolfo
Suarez, que dijo “Pertenezco por convicción y talante a una
mayoría de ciudadanos que desea hablar un lenguaje moderado, de
concordia y conciliación”. Una frase que hoy en día debería
repetirse más a menudo.
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