Manolo González.
La crisis azota con fuerza
a todo el estado. La corrupción y las malas noticias suelen llenar páginas en
los diarios a nivel nacional. Sólo se habla de eso en bares y peluquerías. En
este entorno, es fácil desde el Ayuntamiento de Sagunto, dar continuidad a la
histórica discriminación hacia los porteños, que solo tuvo un paréntesis en la
etapa en la que SP contó con suficientes concejales como para mantener una
importante influencia en las decisiones tomadas desde Sagunto.
Ejemplos hay multitud, pero
solo les voy a dar una muestra. Sagunt a Escena cuenta con un presupuesto de
220.000 euros, cuando Música al Port ha visto reducida su partida desde 40.000
hasta menos de 6.000. La entrada para visitar el horno alto, cuesta 4 euros,
mientras que los museos saguntinos reciben entre otras ayudas una subvención de
Unión Fenosa de 50.000 euros, lo que les permite funcionar con personal
profesional y con un coste de 1 euro e incluso en muchas fechas de forma
gratuita. Mientras tanto la fundación de patrimonio industrial languidece ante
la falta de subvenciones.
La línea de autobús a
Valencia se mantiene con la financiación que le proporcionan los usuarios
porteños, que aparte de sostener este servicio, pagan más que los de Sagunto,
cuando la distancia a Valencia por la carretera de la IV planta, es
exactamente la misma. Las fiestas patronales porteñas reciben una subvención
igual a las de Sagunto, siendo que aquí somos el doble de contribuyentes. Se
han cargado los plenos en El Puerto, cuando la lógica dice que si se tienen que
celebrar en un solo lugar, se deberían hacer en nuestro pueblo. Y ante esto
¿Qué podemos hacer los porteños?
Indudablemente que podemos
hacer mucho, lo primero coger la sartén por el mango. Ya está bien de permitir
que el pueblo pequeño domine al grande. Un porteño decide exactamente lo mismo
que un saguntino en este Municipio que nos imponen y por lo tanto, si somos el
doble, lo tenemos muy fácil. Aquí mandamos nosotros, es necesario que de una
vez por todas nos lo creamos, saquemos ese orgullo que tenemos dentro y demos
un golpe encima de la mesa ¡basta ya!
Los porteños somos dueños de nuestro destino.
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