Nunca había asistido a una manifestación tan multitudinaria – se hablaba de 2 millones de personas- y tan silenciada a la vez por los medios de comunicación. Desde Atocha hasta Colón un río de sangre caliente latía contra la injusticia, el abuso, el robo, la corrupción, los recortes, las privatizaciones, la deuda… Era la Marcha por la Dignidad, no de la muchedumbre, la chusma como han querido hacer ver los voceros de la derecha, si no del pueblo con conciencia colectiva e identidad que quiere cambiar la realidad.
Una conciencia colectiva y un sujeto para el cambio social que como un arrecife de coral impregnó el asfalto de las calles de Madrid de color rojo, verde, violeta, blanco. En los arrecifes coralinos viven gran cantidad de organismos, representando una diversidad tan rica pero a su vez tan frágil por el cambio climático, la pesca con explosivos, la contaminación y cambio de temperatura del agua que hace que el entorno sea un elemento que condiciona su supervivencia.
La confluencia coralina de trabajadores/as, estudiantes, pensionistas, dependientes, desahuciados, organizaciones sociales, sindicales y políticas entorno a la bandera de la dignidad, refleja la situación límite, de desesperación y cabreo a la que una inmensa población está llegando como consecuencia de los recortes, la corrupción, el robo sistemático, los abusos… a los que nos estamos viendo sometidos.
Es ese poder popular que está trenzando una red de solidaridad y compromiso que permita construir el poder de la mayoría social. El primer paso fue la Marcha por la Dignidad. La dignidad que no es ni más ni menos que hablar de derechos. El derecho a una vivienda digna, a un puesto de trabajo digno, a una educación y sanidad pública, universal, gratuita y de calidad, a una pensión… Es decir al cumplimiento de los derechos humanos reconocidos en la Carta Universal de DD. HH. y en la propia CE y que como papel mojado está violando todos los días la Santa Alianza, alcanzada entre la derecha tradicional y la socialdemocracia europea.
De ahí que uno de los retos que se demanda sea la derogación del artículo 135 de la CE, pactada de forma vergonzosa por el PP y el PSOE, obligando a supeditar el restos de artículos constitucionales, al pago de la deuda y la reducción del déficit, tal y como recoge el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza, conocido como Pacto Presupuestario y que diseñado por la señora Merkel, establece la regla de oro del equilibrio presupuestario y su inscripción en las constituciones nacionales. Regla y compromiso, que obliga a mantener a perpetuidad los presupuestos equilibrados, aunque la gente se muera de hambre. Hambre que se manifiesta en el último estudio de Cáritas Europa, presentado en Atenas el 27 de marzo de 2014 y que dice que España es el segundo País de la UE con mayor índice de pobreza infantil, superado solo por Rumanía. Informe que dice que España tiene la mayor tasa de abandono escolar prematuro de la UE, un 24,9% frente a un 12,7% de media europea en 2012.
Ante esta cruda realidad el Gobierno del PP sigue haciendo políticas fiscales y reformas laborales dictadas por los poderes económicos y la Troika que profundizan en las desigualdades sociales y territoriales. El gobierno sigue decretando leyes como la Wert, Seguridad Ciudadana, Código Penal, Anteproyecto como el aborto, Ley de Régimen Local que nos retrotrae a tiempos pasados. De ahí que la respuesta del 22M sea el principio de la rebelión organizada de un sujeto que apuesta por un verdadero cambio social.