Juan Pedro Burgos en los III Premios de La Serranía. /ELVIRA FOLGUERÀLa Serranía, esta bella valenciana tan desconocida.
En la extensísima comarca de La Serranía, gozamos todavía de un hábitat natural extenso que a lo largo de los siglos ha logrado convivir perfectamente con la agricultura, y la ganadería extensiva. Esta ganadería está en vías de extinción en nuestra montañosa comarca. También está en crisis la agricultura de secano, si es que alguna vez no lo estuvo en La Serranía. En muchos de nuestros pueblos ya no queda ningún pastor. Con todo lo que además ello supone para el monte bajo. Y casi no existe el relevo generacional de los agricultores. Pero aun así seguimos produciendo carne de altísima calidad, magníficos vinos y excelentes aceites extra de oliva y magnificas almendras, por ejemplo. Seguimos haciendo maravillas con nuestros escasísimos medios, en una ardua tierra con clima mediterráneo tirando a continental.
Esta comarca cuya columna vertebral fluvial es el río Turia, aporta muchísimo en muchos campos a la provincia de Valencia y por ende a la Comunidad Valenciana. Vivimos en una sociedad que confunde muy a menudo valor con precio, y aunque eso bastante grave, todavía es peor que lo que de verdad es vital no se valore por no haberle puesto precio. ¡Quizá haya que hacer un estudio para cuantificar cuánto representa en Euros todo el aire puro que genera La Serranía, en contraposición de la contaminación que generan las ciudades y sus áreas metropolitanas, y los grandes polígonos industriales; y para saber en unidades monetarias cuánto vale el agua de nuestros dos pantanos, y todo lo que ella genera! Y así también consigamos parte de la admiración y del respeto que merece nuestro mundo rural, que más que la Valencia vaciada es la “Valencia Donante”.
Cuando yo estudiaba la E.G.B., hace ya más de medio siglo, me enseñaron lo de la España seca y la España húmeda; los romanos y los árabes hicieron grandísimas construcciones acuíferas; pero nosotros ya en el siglo XXI, no parece que hayamos aprendido nada de todo ello. La realidad es tozuda, y a la vista está que se precisa el Plan Hidrológico Nacional.
El Pantano de Loriguilla y el Pantano de Benagéber, ambos en La Serranía, también supusieron el traslado de varios pueblos enteros fuera de nuestra comarca. Tener que abandonar forzosamente uno su casa, su pueblo, sus tierras, es muy muy duro. Y ese esfuerzo mayúsculo de unos en favor de todos, no se reconoció suficientemente. Sirvan estas letras como mi eterno reconocimiento.
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