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El Mundial de Argentina del
78 es un emblema de la mentira y la maldad. Investigando ese mundial de fútbol
aparecen casi todas las metáforas de la miseria humana. Argentina fue regalada
con la organización de un mundial de fútbol a principios de los setenta. En el
año 1976 el ejército dio un golpe de estado. Los militares quisieron aprovechar
el mundial para matar y dormir al pueblo. A algunos los torturaban y mataban a
escasos metros de los estadios. Acaballaban así las voces de la disidencia. A
los otros los dormían con fútbol. Kempes era el relajante muscular de la época.
Ese mundial es la cortina perfecta para abrir las ventanas de la bajeza de la
clase dirigente histórica. Mirando tras ellas descubres que se construyeron
estadios enormes que admitían casi más espectadores que las propias ciudades
que los albergaban. Los generales se congratulaban de que todos los argentinos
se cobijaran bajo la bandera y la patria argentina tras cada victoria de su
equipo. Dibujaron los efectos balsámicos de la marihuana deportiva del pueblo.
Construyeron una ficción. Fue tal mentira que se dice que pudieron comprar el
partido contra Perú.
La construcción de
ficciones es la base de la corrupción y la explotación. Desde la caverna de la Platón hasta el mundial de
Argentina. La casta dirigente construye un relato mítico-heroico al que la
clase dirigida se adhiere emocionada.
Tal fue la obsesión de los
generales argentinos que en la carretera que llevaba a Rosario construyeron
un muro que tapaba las bolsas de miseria que había detrás. En ese muro
pintaban fachadas de casas bonitas. Tras el muro la gente vivía en la pobreza
más absoluta. La pobreza invisibilizada.
Años
después alguien descubrió que construir un muro apenas generaba negocio para
sus amigos y decidió que era mejor organizar grandes eventos, aeropuertos,
monumentos, auditorios gigantes y otras cosas. Mientras tanto los españoles se
dividían en dos españas para decidir qué plataforma digital debía tener los
derechos del fútbol.